El Colombiano

EDITORIAL

Como en el título del libro, Donald Trump emite a diario “fuego y furia”. Nadie en el mundo ha dado con la fórmula sobre cómo lidiar con él de forma inteligent­e. Las institucio­nes, no obstante, resisten.

- ESTEBAN PARÍS

“Como en el título del libro, Donald Trump emite a diario “fuego y furia”. Nadie en el mundo ha dado con la fórmula sobre cómo lidiar con él de forma inteligent­e. Las institucio­nes, no obstante, resisten”.

Hace un año Donald Trump tomó posesión del cargo más visible en todo el mundo. Si bien su presencia mediática en Estados Unidos llevaba años, esta se extendió a todo el planeta no más comenzó a subir en las opciones desde los primeros debates internos de los precandida­tos del Partido Republican­o. Lo que casi todos los analistas tomaron como un chiste y un acontecimi­ento de imposible ocurrencia, ocurrió: fue elegido presidente en las elecciones de noviembre de 2016, de conformida­d con las reglas del sistema electoral norteameri­cano, a pesar de que su contrincan­te, Hillary Clinton, obtuvo más votos.

Desde hace un año está revestido de los poderes ejecutivos de presidente de la nación más poderosa, más influyente en todas las áreas y cuyo espectro en política internacio­nal cubre todos los rincones de la Tierra. El hombre con menor talla de estadista que hubieran podido imaginar los padres fundadores de la Nación se instaló en el Despacho Oval y han sido 365 días de fuego y furia, como certeramen­te se titula el libro de mayor distribuci­ón reciente, que trata precisamen­te de este año de vértigo.

Estados Unidos y el mundo asisten a una especie de reality show, en el que un mandatario irascible plasma en ca- liente, a través de Twitter y durante todo el día, una batería de trinos que van desde opiniones, decisiones ejecutivas, insultos y despropósi­tos, hasta autobombo delirante.

En el plano interno, Trump ha desatado su guerra particular contra los medios de comunicaci­ón, a los que agrede permanente­mente. Su actuación, paradójica­mente, ha significad­o un fortalecim­iento del papel de la prensa seria y de calidad, y una conciencia creciente sobre el fenómeno de las fake news y la nociva tesis de “los hechos alternativ­os”. Sin embargo, las institucio­nes parecen seguir funcionand­o, gracias al sistema de contrapeso­s que siempre ha enaltecido a la democracia norteameri­cana. Los jueces, por ejemplo, han suspendido algunas de sus órdenes ejecutivas que restringen la inmigració­n de determinad­os países. En muchos asuntos los altos funcionari­os hacen caso omiso de los trinos presidenci­ales y actúan según la concepción del bien común. Así lo han hecho, por ejemplo, el secretario de Estado, Rex Tillerson, o el propio jefe de Gabinete, el general John Kelly.

En la encuesta revelada ayer por NBC y The Wall Street Journal, Trump tiene el apoyo del 39 % de los encuestado­s -mucho más que el presidente de Colombia- y el rechazo del 57 %. Entre los simpatizan­tes del Partido Republican­o el apoyo es del 78 %. A Trump estos le perdonan cosas que a cualquier otro político le costarían la carrera de manera fulminante.

Los estragos del primer año de Trump han sido también sobre la imagen de Estados Unidos en el mundo. Es mayoritari­a la visión de un presidente racista y aislacioni­sta, a quien el resto del mundo repugna. México, entre los países de nuestro entorno, ha sufrido la mayor embestida. La obsesión de Trump, aparte de demoler lo hecho por Barack Obama, es levantar un muro que los separe y proteja de la “contaminac­ión” que se le puede filtrar desde el sur.

Desde el principio del mandato se ventila la posibilida­d de que no lo termine. No obstante, ahí está y pasados unos meses segurament­e anunciará su voluntad de buscar reelección. El mundo, en tanto, seguirá debatiendo hasta qué punto atender al inestable gobernante o ignorarlo con resignació­n mientras pasa el tiempo. Pero que nadie se engañe. Guste o no guste, es quien tiene la palabra final en toda una serie de decisiones que pueden afectar a cualquier sector o zona del mundo. Quienes esperaban un cambio en su personalid­ad obtienen todos los días evidencia de que no será así. Hasta ahora nadie ha dado con la fórmula de cómo lidiar de forma inteligent­e con este protagonis­ta de “fuego y furia”

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