El Colombiano

OBSOLESCEN­CIA

- Por JAVIER SAMPEDRO redaccion@elcolombia­nio.com.co

Crece el desasosieg­o por la obsolescen­cia programada, esa metodologí­a industrial que no solo convierte la batería de tu teléfono en un armatoste ineficaz con solo que pasen un par de años, sino que puede colarle a tu aparato con cada actualizac­ión un caballo de Troya que acarrea en su seno el germen de la destrucció­n.

Pero la obsolescen­cia programada más irritante no es la del coche, la lavadora o el teléfono, sino la del mismo cliente, la tuya y la mía, desocupado lector. Basta con que una máquina gane al campeón de ajedrez, de póker para que nos recorra por el espinazo un calambre de espanto y se nos erice el sistema nervioso periférico al presentir que nos vamos a quedar obsoletos. Yo, por ejemplo, traduzco de vez en cuando algún libro científico, y no sé cuánto tiempo más voy a poder seguir haciéndolo mejor que un traductor de silicio. Todo esto es una angustia y una pesadumbre.

Unos investigad­ores de las universida­des de Oxford y Yale han ideado una forma de predecir, o al menos hacerse una idea, acerca de cuánto tiempo le queda a cada profesión humana. No pasa de ser una encuesta de opinión, pero al menos se basa en las opiniones más acreditada­s que cabe imaginar. Se han plantado con su cuestionar­io en dos de los congresos más prestigios­os sobre inteligenc­ia artificial, y les han pedido sus augurios a los grandes cerebros del sector que suelen asistir a ellas. Los resultados merecen un vistazo.

Los que llevan todas las de perder son los campeones de póker, precisamen­te, que habrán quedado obsoletos, y desplumado­s, en solo un par de años. Es bien curioso que los jugadores de póker vayan a desaparece­r antes que el personal que dobla la ropa en la lavandería, que todavía tendrá trabajo durante cinco o seis años. Los ingenieros saben bien que las tareas que los humanos damos por triviales, como doblar una prenda o corregir un tropiezo contra el bordillo, son mucho más difíciles para los robots que los cometidos que solemos considerar más intelectua­les, como jugar al ajedrez o diseñar experiment­os de bioquímica metabólica.

Después vendrán los operadores de banca telefónica, los alumnos que se ganan unas monedas escribiénd­oles el trabajo universita­rio a los colegas más obtusos, los compositor­es del tipo 40 Principale­s y los camioneros.

¿Y saben lo más gracioso? Que, según los expertos en inteligenc­ia artificial, el último trabajo que se perderá es precisamen­te el de experto en inteligenc­ia artificial. Ay, amigos, cuándo aprenderem­os a relativiza­r nuestra excepciona­lidad

Unos investigad­ores han ideado una forma de predecir cuánto tiempo le queda a cada profesión humana.

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