AHORA LE TOCA AL EMPRESARIO
Miles son las críticas que se le hacen al Estado, al Gobierno, a la entidad de un lado y a la del otro. La tramitomanía es ofuscante. La Dian y el Invima, las CAR, los permisos de aquí y de allá. La cédula ampliada al 150 %, y todo el arsenal de requisitos que parecen más una prueba diabólica que unas solicitudes sensatas. Eso ya no tiene reversa, no se modificará ahora ni se podrá aligerar en los próximos años. Más bien miremos hacia adelante, ya que el 2018 se ve cuesta arriba.
Es hora de que el empresariado, aún a pesar del Estado paquidérmico y hasta maléfico, haga su parte. Algunos me dirán que ya la ha hecho: que Colombia ha crecido, y crece, es por razón del empresariado, y no del Estado. Sí, es parcial- mente cierto. Pero hay, también, empresarios flojos, mediocres, que están a la espera del cliente y no van por él.
Falta ese espíritu innovador, agresivo, trayendo las nuevas ideas, los nuevos proyectos. El servicio en muchos lugares sigue siendo paupérrimo, atendido por personas que no sienten la más mínima dosis de cariño o pertenencia al lugar de trabajo.
Los horarios siguen siendo los de antaño, cuando Colombia era un país rural. Hoy, en las grandes urbes, es impensable cerrar almacenes a las 7 u 8 de la noche, cosa que sí ocurre en Bogotá, y otras grandes y vibrantes ciudades de nuestro país.
Y mejor ni hablemos de la atención al cliente, que sigue siendo en muchos lugares y comercios muy por debajo, incluso, de los pares latinoamericanos.
El sector privado, sí, ha sido pieza fundamental en el crecimiento colombiano. Le ha apostado al país cuando la oscura noche se posaba sobre nuestras cabezas. Esas épocas ya pasaron. Vienen otras y el empuje de los comerciantes es clave.
La innovación, los emprendedores, las ideas creativas, medio alocadas y audaces, las propuestas novedosas, que generan riqueza pero conservan el medio ambiente, se echan de menos.
Hay, desde luego, poderosos innovadores en nuestro medio, pero algunas cosas nos dejan con inquietudes; ¿Hay alianzas serias entre la academia y el sector empresarial? ¿Hay relaciones sólidas, de colaboración, entre la empresa privada y la justicia? En fin, creo que al empresariado colombiano le falta “perrengue”.
Hace poco leí que en países como EE. UU. y algunos asiáticos los estudiantes que sobresalen en sus estudios, desde los primeros semestres, ya tienen ofertas laborales, de forma que cuando se gradúan, ya son absorbidos por el mercado laboral. También, algunos de esos estudiantes son patrocinados en sus ideas y proyectos por empresas
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Hay empresarios flojos, mediocres, que están a la espera del cliente y no van por él.