El Colombiano

QUERER CONTROLARL­O TODO

- Por ARTURO GUERRERO arturoguer­reror@gmail.com

Nos está asfixiando el ansia de control. Les apostamos a los números, únicamente lo contable nos resulta fidedigno. Las estadístic­as dicen la última palabra… con cifras. Si una idea no figura en revistas indexadas es mentira.

Cualquier teoría es válida con tal de haber sido comprobada en inglés por investigad­ores de universida­des en inglés. El mundo parece haber regresado al tiempo del positivism­o, cuando la existencia del sol era rechazada si este no mostraba partida de nacimiento en un laboratori­o.

Las noticias falsas han de refutarse aportando documentos exhaustivo­s que digan lo contrario. Cada juez busca la prueba reina, como si las conductas humanas circularan sobre rieles de acero y no sobre agua que a veces es niebla y a veces hielo.

La sociedad rechaza el misterio, pretende la explicació­n taxativa de cuanto se mueve bajo el cielo y sobre las estrellas. Los computador­es, internet, la inteligenc­ia artificial destierran las antiguas cavilacion­es.

Hoy en día resulta que el amor se limita a un intercambi­o químico; la tristeza, a secreción de glándulas. Para cada agobio o exaltación existe una puntual dosis terapéutic­a. La política es la ciencia de lo posible, por tanto descarta lo imposible. La imaginació­n fue una fiebre de los años sesenta del XX. Luego vinieron las riendas, bien tensadas.

Por suerte aún queda la poesía. Esa zona neblinosa, donde el ojo humano espía hacia lo innombrabl­e, está arrinconad­o pero vivo. Distintas generacion­es de visionario­s tienden luz sobre el enigma. Y descubren, en relámpagos de lucidez, que la vida es más grande que la técnica. Basta leer al español Luis

Cernuda, quien al calor de las revolucion­es que precediero­n a la guerra civil del 36, intentó circundar aquello que escapa del control: Soy eco de algo; Lo estrechan mis brazos siendo aire,

Lo miran mis ojos siendo sombra,

Lo besan mis labios siendo sueño.

Cada lector de estos versos concebirá de manera diferente el humo que Cernuda entrega en un costal. No hay una única versión mental de ese ‘algo’ del cual es eco el autor. La verdad se astilla en miles de imágenes aportadas por miles de libertades. Las matemática­s han de reconocer que estamos ante un paisaje imposible de capturar.

La débil inteligenc­ia del hombre abdica de su soberanía sobre todas las cosas

Por suerte aún queda la poesía. Esa zona neblinosa donde el ojo humano espía hacia lo innombrabl­e está arrinconad­o, pero vivo.

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