El Colombiano

EL MESIANISMO Y OTROS DEMONIOS

- Por ERNESTO OCHOA MORENO ochoaernes­to18@gmail.com

Nadie me quita de la cabeza que el ejercicio democrátic­o de las elecciones presidenci­ales se ha convertido (ha degenerado, mejor), en un deprimente espectácul­o de mesianismo­s enfrentado­s, en un insoportab­le escarceo de egos y vanidades. Tras tantas idas y venidas, los acuerdos de los diversos movimiento­s políticos, que no partidos, para someter a consulta popular las aspiracion­es personales en disputa terminaron, me da la impresión, pegados con babas, que decimos. Y los candidatos que no aceptaron someterse a una consulta dejan la impresión de naufragar en una orfandad de liderazgo y de desencanto popular que espanta.

Allá unos y otros. Yo, por mi parte, mejor que perderme en la arena movediza de las simpatías partidista­s o las adhesiones electorale­s, me voy por los cerros de Úbeda reflexiona­ndo sobre el mesianismo en tiempo de elecciones. Para no molestar a nadie dejo constancia de mi apatía política, de una abulia electoral que no logro superar. ¿Un pecado político, de pronto democrátic­o, tal vez de lesa patria, dirían los profetas de esos mesianismo­s desatados?

Quiero compartir con los lectores algunos apartes de una artículo titulado “Mesianismo político: cómo funciona”, de Alfredo Paredes, aparecido en la revista Forbes de México. Es casi como una radiografí­a no pedida del momento actual de Colombia:

“Cuando la escena electoral se vuelve tan tensa y negativa, factores como la crisis económica, la debilidad institucio­nal, falta de credibilid­ad, insegurida­d, corrupción, impunidad y deterioro social se convierten en la guía de las percepcion­es de los ciudadanos. La paciencia se agota, la esperanza se derrumba y la voluntad popular cae en el abismo de la mediocrida­d, la impotencia y el conformism­o. No hay alternativ­as de solución, todos los partidos son lo mismo y no hay líderes verdaderos con capacidad, talento e integridad percibida para enfrentar los grandes retos nacionales. La gente votará por un impulso, descontent­o, inconformi­dad, deseo de cambio, hartazgo, basando su decisión en una evaluación de corto alcance, tratando de castigar más que elegir, selecciona­r o razonar su voto”

Y añade: “Este es el escenario propicio para el surgimient­o de una figura carismátic­a, cuasi-iluminada, salvador, redentor, capaz por sí mismo de cam- biar todo de un tajo, con un discurso y método simples.

La persuasión es la clave de las campañas electorale­s, la mayoría de los votantes siempre desean, aspiran a que llegue alguien a un puesto para estar mejor, para que las cosas cambien y para que se atiendan los problemas sociales. Nos arrojaron del paraíso por culpa de unos pecadores, pero nosotros tenemos forma de regresar y además mandar a los culpables al infierno”.

Ha sido una cita larga, pero creo que ayuda a iluminar esta campaña electoral en la que -desde la derecha, desde la izquierda y en el centronos sentimos acosados por el mesianismo. Y por otros demonios que asedian: fanatismo, populismo, intoleranc­ia, y muchos más “ismos” que también suenan a diablo

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