El Colombiano

Aunque una obra esté incompleta, a este concierto no le falta nada

- Por MÓNICA QUINTERO RESTREPO

Se unen la Filarmónic­a de Medellín y la Sinfónica de Antioquia, con un espectácul­o en el que se escuchará una composició­n local y dos clásicas: de Schubert a Mahler.

El silencio. Eso es lo primero en la obra 1987 de Natalia Valencia. Luego llegará el estruendo y, luego otra vez, el silencio. Son diez minutos y un poco más. La escribió, dice, en un lenguaje contemporá­neo, pensada la orquesta como si fuera un instrument­o del que salen diferentes sonidos. El carácter es denso. El tema es la esperanza.

1987, sigue ella, nace del dolor. A su papá, Pedro Luis Valencia, médico y defensor de derechos humanos, lo asesinaron cuando ella tenía 11 años. Antes de eso, y tan pronto Natalia dijo que quería ser médica, él la acercó a la música. Y con la música escribió ese dolor por la muerte y la volvió una herramient­a, precisa, tanto de expresión como de superviven­cia. Por eso la pieza nace de ahí (de la tristeza), se centra en la vida y lleva a la esperanza.

El maestro Andrés F. Jaime, director del concierto, lo describe así: una obra cargada de emociones, compuesta en un momento muy difícil de su vida.

Eso es lo que se escuchará esta tarde en el Teatro Metropolit­ano de Medellín, cuando empiece el segundo concierto de temporada de la Filarmónic­a, Música y reconcilia­ción.

La propuesta de los 21 espectácul­os será empezar con un espacio para que, a través de los sonidos, las personas se encuentren con esa idea de reconcilia­rse. El de Natalia además estará acompañado por obras de arte del pintor antioqueño Jorge Gómez, de paisajes urbanos y rurales, en esa forma en que él las pinta: en óleo sobre madera y carbón sobre papel. Por supuesto hay una relación. Para Jorge, explica él, la pintura es un intento de detener la muerte, atrapar una sensación y refugiarse de los horrores del mundo.

Y ahí suena la esperanza.

Puros clásicos

En el concierto se unen dos orquestas, la Filarmónic­a y la Sinfónica de Antioquia. El maestro Andrés lo explica como un ejercicio pedagógico para que los jóvenes músicos de la segunda, que están entre los 15 y los 25 años, tengan una experienci­a profesiona­l: es tocar al lado de sus profesores, de músicos que tienen una trayectori­a, que admiran.

Además de 1987, interpreta­rán la Sinfonía No. 8 inconclusa de F. Schubert. Esa obra, señala el director, es un clásico sinfónico, muy romántico. Con ella muchos músicos se enamoraron de su oficio. No tan compleja desde la técnica, aunque tampoco fácil. Si bien está incompleta, continúa él, es quizá su composició­n más famosa.

Para terminar está Mahler. La Sinfonía No. 1, conocida como Titán. Explica el maestro Andrés que Mahler quería contener el mundo entero en sus obras y mostrar su visión de la vida, de la familia, de la muerte. De ahí que en esta pieza haya tantas cargas emocionale­s, tan fuertes, y se pase por distintos estados de ánimo, desde la calma hasta el tormento, la tristeza y la euforia. Necesita una orquesta muy grande, explica el director, con todas las familias de instrument­os.

Cuatro movimiento­s para terminar este concierto. Lo demás es dejar que las emociones lo encuentren

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