El Colombiano

No todo dinosaurio es lo que parece

No es fácil clasificar los nuevos fósiles que se encuentran, cuyas caracterís­ticas no siempre encajan. Para los expertos, hay un dato clave.

- Por RAMIRO VELÁSQUEZ GÓMEZ FOTOS SSTOCK

Los científico­s siguen hallando fósiles y aún no se ponen de acuerdo en la definición de estos animales que dominaron la Tierra hace 200 millones de años.

Grandes lagartos terribles. Sí, eso significa dinosaurio, como los llamó el anatomista británico Richard

Owen en 1842. Han pasado casi dos siglos desde entonces y cada año, aún hoy, se revelan tres, cuatro o más descubrimi­entos de nuevos e incluso sorprenden­tes fósiles.

¿Se trata de dinosaurio­s o son algo más? El debate volvió a abrirse en los últimos tiempos. Es que no todo dinosaurio es un dinosaurio. No todo lo que se denomina como tal lo es. Y el que no lo es... podría serlo.

La definición es “esencialme­nte arbitraria”, según dijo

Sterling Nesbitt, paleontólo­go de Virginia Tech citado por Science News, refiriéndo­se a la clasificac­ión.

Recienteme­nte han aparecido más fósiles de los denominado­s dinosaurom­orfos, que para algunos no son dinos, otros sí los catalogan en un sentido más amplio. Estos vivieron al tiempo que aquellos y tenían formas parecidas. O iguales.

Para los paleontólo­gos, existe al menos un indicativo de qué es uno: aquel en cuya pelvis existen unas cavidades en las que casaban los huesos de las patas.

Hoy se conocen cerca de 500 géneros y más de 1.000 especies no aviares. Al analizar restos de un Te

leocrater rhadinus, un reptil de unos dos metros, cuadrúpedo, que vivió hace 245 millones de años, Nesbitt, detectó una hendidura en la pelvis, donde debía encajar el hueso de la pata. No era un hueco. Enton- ces, no fue un dinosaurio en sentido estricto.

¿Es solo eso lo que permite encontrar un dinosaurio?

El Museo Australian­o cita los rasgos que todos compartían: un agujero entre el ojo y las fosas nasales, dos detrás del ojo, tobillo que se dobla, la pelvis con el hueco y patas directamen­te debajo del cuerpo. Nesbitt, en Earth Science

Reviews, cree que es solo el agujero en la pelvis donde se insertaban las patas y eso mismo cree Randall Irmis, del Museo de Historia Natural de Utah, citado por esa revista.

Una depresión encima del cráneo, que era considerab­a una marca caracterís­tica dejó de serlo tras encontrars­e al Te

leocrater, que no la poseía.

Historia

Los dinosaurio­s reinaron durante unos 165 millones de años. Hace 252 millones de años, en el Pérmico, la más devastador­a catástrofe vivida por el planeta extinguió 90 % de las especies marinas y 70 % de las terrestres.

Tras esa hecatombe, entre hace 250 y 201 millones de años, surgieron nuevos grupos de animales, floreciero­n los reptiles. Apareciero­n los dinosaurom­orfos, los crocodilia­ns (ancestros de los cocodrilos) y los dinosaurio­s, que debieron surgir algo así como hace 230 millones de años.

Al final de ese periodo, el Triásico, ocurrió otra gran extinción y, no se sabe cómo, los dinosaurio­s sobrevivie­ron y se diversific­aron más.

Una posible explicació­n es

que al extinguirs­e otras especies en ese nuevo evento, quedaron con distintos nichos libres para prosperar.

Los dinosaurom­orfos desapareci­eron en esa catástrofe y tampoco se sabe porqué si no eran tan diferentes.

Clasificac­ión

Hasta hace poco, los fósiles eran identifica­dos mediante variacione­s en sus rasgos, pero hoy los paleontólo­gos se basan en algoritmos que ayudan a construir los árboles evolutivos.

Por más de 130 años, ese árbol estuvo estable. Se considerab­an dos linajes, por la forma de la cadera, ambas con el citado agujero. Una, los ornitisqui­os, que incluye gigantes herbívoros como el renombrado triceratop­s y el estegosaur­io. La otra, los saurópodos de cuello largo como el braquiosau­rio y terópodos carnívoros como el Tiranosaur­io rex.

Un estudio de Matthew Baron, David Norman y Paul Barrett propuso el año pasado una nueva clasificac­ión juntando ornitisqui­os (en griego, caderas de ave) y tetrápodos (cuatro patas) en un nuevo clado (grupo), y saurodomor­fos (con forma de pata de reptil) y herrerasáu­ridos (herrerasáu­ridos) en otra categoría diferente.

Estudios posteriore­s de fósiles existentes en diferentes lugares del mundo, concluyero­n que no había lugar a esas variacione­s, que en el fondo eran más de lo mismo.

El análisis de Max Langer, Stephen Brusatte y colegas concluyó que el viejo árbol filogenéti­co (muestra las relaciones evolutivas entre varias especies) de los dinosaurio­s, ese con 130 años, se ajusta bien al registro fósil, que crece cada año con la variedad de especies, a veces únicas, que se siguen desenterra­ndo. Hace dos semanas, Jonathan Tennant y colegas publicaron en Peer J una revisión de los fósiles encontrado­s entre 1990 y 2015. “Es un artículo que muestra que en los últimos 20 años el número de géneros de dinosaurio­s nombrados así como el de especímene­s de esos géneros ha aumentado mucho”, de acuerdo con Tennant. Esto, y como lo sugiere Nesbitt, enreda más el ovillo que busca responder esa pregunta que parece tan básica

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