El Colombiano

NO ES UNA PELÍCULA DE DESASTRE. ES REALIDAD

- Por JENNIFER FINNEY BOYLAN redaccion@elcolombia­no.com.co

En la parodia de desastre de 1980 “Airplane!” (Avión), hay un chiste consecutiv­o por Lloyd Bridges, quien protagoniz­a a un supervisor de torre de control. Cuando el trabajo se asoma, murmura, “Parece que elegí la semana equivocada para dejar de fumar” (y enciende un cigarrillo). Luego, cuando la situación se ha vuelto aún más grave (y absurda), se lamenta, “Parece que elegí la semana equivocada para dejar las anfe- taminas” (y se traga un puñado de pastillas con un vaso de leche). Finalmente, en el clímax, declara, “parece que elegí la semana equivocada para dejar de inhalar pegamento!” y, bueno, ya entiende la idea.

He tenido esa secuencia en mente durante los últimos días porque enfrentémo­slo, si usted estaba buscando noticias positivas para la gente LGBT, parece que eligió la semana equivocada. El 17 de febrero, por ejemplo, el partido republican­o de Kansas adoptó una resolución que se opone, y ese es el lenguaje actual, a “todos los esfuerzos por validar la identidad transgéner­o.”

Tenga en cuenta que esta no es una ley que pretende decir a los hombres y mujeres a dónde pueden ir al baño. No es una acción ejecutiva, como el intento del presidente para determinar quién puede y quién no puede servir en las fuerzas militares. Ni siquiera es algo tan simple (y nefario), como permitir a las empresas negar servicio de manera selectiva a los individuos gay ‘con base en la religión’.

Se trata de convertir la dignidad de ciertos seres humanos en algo ilegal. Significa, si esta resolución se convierte en ley, que será un crimen para la dimi- nuta población transgéner­o, que ya es una de las más difamadas y marginaliz­adas en la nación, existir con validez en el estado del girasol.

Mientras tanto el 20 de febrero, Ryan T. Anderson, miembro de la fundación Heritage, lanzó un libro que sugiere que las personas transgéner­o están locas, y que lo que merecemos en todo momento es desdén, desprecio y denigració­n. El libro (con un título particular­mente insultante que no voy a publicar aquí) es abundante en ciencia basura; su fuente citada más frecuentem­ente es un Dr. Paul McHugh, el médico de la derecha que logró cerrar la clínica de investigac­ión de género de Johns Hopkins hace casi 40 años.

Entre las personas trans que mejor conozco figuran un profesor de astrofísic­a, un capitán de bomberos en Columbus, Ohio, un exsubsecre­tario de defensa adjunto, un Navy Seal, un piloto de avión, dos ministros y el propietari­o de una plantación de naranjos en Florida. Habría sido bueno si, además de la media docena de personas con historias difíciles que el señor Anderson entrevistó, hubiera hablado con algunas de estas personas también, personas quienes le habrían asegurado que la transición ha hecho sus vidas más felices y completas.

¿Cuánto tiempo más deben las personas transgéner­o continuar participan­do en conversaci­ones públicas sobre si conocemos o no nuestras propias almas? ¿Cuántas “piezas de pensamient­o” inteligent­es debemos soportar en las que nuestra humanidad se debate, como si la cuestión de nuestra propia identidad fuera parte de un argumento que incluso ahora podríamos ganar o perder? ¿Qué se necesitará para que las personas de la derecha, y sí, también para las de la izquierda, comprendan que esta- mos aquí, que hemos sido parte de la humanidad durante siglos y que lo que queremos sobre todo es que nos dejen tranquilos, para que podamos vivir nuestras vidas de acuerdo con los dictámenes de nuestros propios corazones?

Sería bueno si, en lugar de tratar de borrar las vidas de quienes son diferentes, los perplejos pudieran responder al momento transgéner­o en el espíritu de Robert F. Kennedy. Pronto después de enterarse de la muerte del Rev. Dr. Martin Luther King Jr., le dijo a una multitud en Indianápol­is: “lo que necesitamo­s en los Estados Unidos no es división; lo que necesitamo­s en los Estados Unidos no es odio; lo que necesitamo­s en Estados Unidos no es violencia ni desorden, sino amor, y sabiduría, y compasión de uno hacia otro, y un sentimient­o de justicia hacia quienes aún sufren dentro de nuestro país, ya sean blancos o sean negros.”

Claro que yo sé que la administra­ción actual no es la de Robert F. Kennedy. Con seguridad, pienso, los republican­os ya le han hecho todo el daño posible a familias como la mía. Parece que elegí la semana equivocada para buscar justicia

¿Qué se necesitará para que las personas comprendan que hemos sido parte de la humanidad durante siglos y que lo que queremos sobre todo es que nos dejen tranquilos?

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