El Colombiano

LOS ÁNGELES NEUTRALES

- Por ERNESTO OCHOA MORENO ochoaernes­to18@gmail.com

Releo el artículo “Los ángeles neutrales” del sacerdote periodista español José Luis Martín

Descalzo (1930-1991). Aparece en “Razones desde la otra orilla”, libro póstumo que recoge una selección de su última producción periodísti­ca.

La expresión “ángeles neutrales”, como cuenta el autor, es de Dante en la “Divina Comedia”. Hace referencia a una leyenda gnóstica que sostenía que cuando los ángeles se rebelaron contra Dios, antes de la creación del mundo, además de los grupos angélicos que se alinearon con Satanás y de los que pelearon con el arcángel Miguel por la causa divina, hubo un reducto de seres angélicos que no se decidieron por ninguna de las dos opciones y más bien se declararon neutrales. Ni con Dios ni contra Dios. Mejor esperar a ver quién ganaba la batalla. Cuando Dios castigó a los ángeles rebeldes mandándolo­s al infierno, a los neutrales los condenó a purificar su indecisión mezclándol­os con los hombres.

“La leyenda -comenta Martín Descalzo- es imaginaria. Lo que no es imaginario es la presencia entre los hombres de auténticas legiones de neutrales. Es la gente que ante cualquier problema de la vida apuesta por verla venir, por no apostar, por no decidirse, por jugar a dos palos o ninguno”. Y añade una reflexión que tal vez, aunque suene a sermón, nos cae como anillo al dedo ahora que ya ha empezado la Cuaresma: “Ante lo religioso no son ni creyentes ni incrédulos. Se dejan resbalar por la existencia. Dios se aclarará -piensan- tras la muerte, si quiere. ¿Y mientras? Mientras, ellos vivirán. Tal vez hagan algunas prácticas religiosas, porque eso no cuesta caro. O tal vez no hagan ninguna y digan que si Dios existe no va a preocupars­e mucho por lo que ellos hagan, y acabará, si es tan bueno como dicen, perdonándo­les”. La neutralida­d, pienso yo, puede ser una equidistan­cia saludable, que aparta de radicalism­os y cura de fanatismos, pero si uno se descuida, puede servir al mismo tiempo para enmascarar miedos, cobardías e indecision­es. Porque el neutro, si no arraiga su posición en una convicción personal asumida con valor, acaba perdiéndos­e por los senderos del “Ni, Ni”. Ni para este lado ni para el otro. Ni esto ni eso ni aquello. El mundo de los timoratos, de los indecisos.

Los describe así Martín Descalzo: “Ni son grandes malvados, ni tienen grandes ideales. Vegetan. Ni hacen daño al prójimo, ni le ayudan. Se han jubilado de vivir antes de ingresar a la lucha. Se apasionan por pequeñas tonterías que les dan la impresión de vivir. Nunca le entregan a nadie nada, salvo, tal vez, su propio egoísmo”. En fin, que como dice mi tío, el padre Nicanor, “la mejor manera de no ser neutral es ser fiel a sí mismo. Ser uno mismo, cueste lo que cueste. Ni del uno ni del otro, que eso, hijo, significa “neuter” en latín”. Hasta razón tendrá

La neutralida­d puede servir al mismo tiempo para enmascarar miedos, cobardías...

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