El Colombiano

Dentro de Steven Spielberg todavía está el niño de E.T.

El cineasta acaba de presentar The Post y ahora llega con Ready Player One. Una época de mucho trabajo.

- Por GUILLERMO ABRIL- EL PAÍS

Alos 16 años, Steven Spiel

berg (Cincinnati, 1946) compró un pase de turista para entrar en los estudios Universal durante tres días. Al cuarto, saludó al vigilante, este le devolvió el saludo y entró como si nada. Se pasó tres meses rumiando el oficio en un recinto ubicado a los pies de esas colinas con la palabra Hollywood.

Aprendió a editar, accedió a un rodaje de Hitchcock, vio desnudo a Marlon Brando. Poco después, ya no hubo forma de sacarlo del perímetro. Corría el rumor de que el chico había logrado hacerse con un despacho y un teléfono. Lo contrataro­n a los 22 años, cuando le enseñó al jefe su primer corto profesiona­l, Amblin (1968).

En este lugar dirigió su primer episodio de una serie, su primera película para televisión, su primer largometra­je para cine. Con el segundo, Ti

burón, el sobrecoste y los retrasos auguraban una catástrofe bíblica. La estrenó en 1975. Tenía 28 años. Se convirtió en la película más taquillera de la historia. En 1981 presentó ante el mundo al arqueólogo Indiana Jones y fundó su productora, que bautizó como aquel corto: Amblin. Levantó sus oficinas en el mismo recinto. Y aquí sigue.

Su guarida tiene aspecto de hacienda mexicana, con un sello a la entrada: una luna en cuyo interior se recorta la silueta de un niño volando en bicicleta con un extraterre­stre. El portón es de madera y al atravesar el umbral hay una vitrina con tres Oscars. Al otro lado del patio se abre un pasillo donde cuelgan carteles de películas que remiten a su infancia, como Flash Gordon’s

Trip to Mars (1938) y Forbidden Planet (1956). Tres máquinas recreativa­s de los ochenta rompen con la armonía de la sala. Quizá figuren para subrayar la promoción de Ready Player One, su próxima película. La superprodu­cción se estrena el 29 de marzo y en sus vallas publicitar­ias, que ya pueblan Los Ángeles, se ve a un joven tras unas gafas de realidad virtual, con el mensaje: “Acepta tu realidad o lucha por una mejor”.

Nueva película. ¿Qué le gustaría contar de ella?

“Hemos tratado de inventar un nuevo género de aventuras. Uno que sucede en dos lugares de forma simultánea. Es casi como viajar a la tierra de Oz, pero sin necesidad de golpear los talones para volver a Kansas. De hecho, es más difícil escapar de Oasis, el mundo digital, que salir de Oz. Es una parábola actualizad­a de muchas historias que han invitado al público a abandonar el mundo conocido y adentrarse en otro imaginario. Quizá sea el universo más emocionant­e del que he tenido el honor de formar parte como cineasta”.

¿Por qué?

“En Oasis puedes ser lo que quieras. Creas la persona o la criatura. Diseñas tu avatar y puedes vivir la vida del personaje; ser el héroe que siempre has deseado, el villano de tu subconscie­nte. Me ha permitido rodar una película sobre dos mundos. Es una aventura, una gran competició­n entre el mundo real y el digital”.

¿Le preocupa cómo comienzan a mezclarse las redes y la realidad virtual?

“Las primeras han creado una excusa para perder el contacto visual entre seres humanos. Los nuevos medios no requieren del cara a cara para comunicars­e, y creo en el valor de mirar a los ojos y tener una conversaci­ón. Me asusta eso. Hoy existe menos contacto social. Nunca he estado en Facebook ni en Twitter”.

En esa ficción hay refugiados, cambio climático, crisis energética, multinacio­nales, ¿quiere advertir algo?

“Las personas deberíamos centrar la atención en el mundo que nos rodea. Todo nuevo medio que proporcion­a una válvula de escape de nuestras responsabi­lidades es un peligro. Esta película trata de ilustrar cuántos preferiría­n vivir en un mundo de su creación antes que transforma­r aquel en el que nacieron. No digo que esté pasando ahora”.

¿Por qué casi coincidió el estreno con The Post (Los archivos del Pentágono?

“Llevaba trabajando en Ready

Player One tres años. Me sobraba tiempo mientras completaba­n los efectos digitales. Y entonces leí el guion de The

Post y me di cuenta de que lo ocurrido en 1971 era escanda-

“El miedo es mi combustibl­e. No me gusta sentirlo, pero la insegurida­d que provoca el miedo es esa cosa única que realmente me inspira con mejores ideas para contar historias de una forma distinta, lo adoro”.

losamente similar a lo que está pasando hoy en el Gobierno de nuestro país. Sentí que todos nosotros — Tom Hanks, Meryl Streep, yo mismo, y los guionistas y las productora­s— teníamos una responsabi­lidad social; debíamos hacernos eco de la historia para que aterrizara en el ciclo de noticias actual. Lo hicimos un poco como un servicio público. Ninguno cobró”.

Parece como si rodara las de aventuras y las que siente la necesidad de hacer...

“Necesito hacer cada una de ellas. Incluso las que solo pueden ser valoradas como puro entretenim­iento escapista. Siento el ansia de entretener, y también de llamar la atención sobre materias relevantes para que los jóvenes puedan aprender de ellas. A veces hago películas porque sé que el público las va a disfrutar, porque son una aventura, con muchos efectos especiales y grandes personajes, y sé que los espectador­es van a gritar y a reír y se van a volver locos. He hecho Ready Player One por ese motivo. Pero no la hubiera elegido si no tuviera ese mensaje tan relevante sobre las decisiones que hemos de tomar hoy ante esa disyuntiva: compromete­rse con los asuntos sociales o perderse en un mundo de realidad virtual”.

¿Primero echa la vista atrás, para explicar el presente, y luego va al futuro, con el mismo objetivo?

“La historia nos rodea. Está en nuestro futuro y en nuestro pasado. Me encanta la historia. Me vuelve loco, es mi tema favorito”.

¿Cuántos proyectos suele tener en mente?

“Normalment­e preparo solo uno cada vez, pero siempre estoy pensando qué voy a hacer cuando acabe, así que tengo cuatro o cinco guiones en desarrollo. Probableme­nte solo acabe dirigiendo uno, pero ese trabajo ha de suceder antes. De otro modo se volvería un paréntesis demasiado grande. Y me encanta trabajar. No me gusta estar en casa mientras sueño con trabajar. Me gusta soñar mientras trabajo”.

Hay quien le critica —a usted y a Lucas— por haber empobrecid­o la cultura.

“La crítica más habitual que oigo dirigida hacia George y hacia mí es que inventamos el taquillazo. Por supuesto, no. Cecil B. DeMille lo hizo. Lo que el viento se llevó y D. W. Griffith lo inventaron. A lo largo de las décadas, cientos de cintas se han convertido en las más populares sobre la Tierra. Y cuando la gente dice que Tiburón o Star Wars arruinaron el negocio porque EE. UU. desarrolló una mentalidad únicamente dirigida a eso, es una teoría corrupta nacida de personas sin ningún respeto por la historia del cine. El taquillazo ha existido desde la primera película que se proyectó en un nickelodeo­n (los primeros cines, que cobraban la entrada a cinco centavos de dólar, un nickel)”.

¿Cultura de masas es arte?

“¿Quién puede determinar qué es arte? ¿Quién tiene derecho a decir que hay una única definición y que estos ejemplos no caen dentro de esa categoría? Todo el mundo tiene derecho a definirlo del modo en que lo percibe. Para mí existe arte en todo. Incluso en las malas películas. Siempre hay una escena interesant­e, y digo: “Ese momento fue tocado por la genialidad”. Encuentro arte en cualquier lugar al que miro; en películas como Black Panther: es tanto un triunfo artístico como comercial y cultural. Cuando alguien trata de estrechar el foco del arte para satisfacer su propia definición, yo prefiero no contar con ese individuo” Ediciones El País, SL. 2018.

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FOTOS ARCHIVO “Me gusta lo extraordin­ario porque no sucede todos los días”.
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