BOLÍVAR: LA FIGURA ERRANTE
De la funesta estampa de Bolívar recuerdo la última proclama inscrita que antecede a su fallecimiento: “¡colombianos! mis últimos votos son por la felicidad de la patria. Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro”.
Esa imagen, la del libertador, la del Padre de la Patria, la del general abatido por sus secuaces, la del hombre real, el de garrafales osadías, el de proclamas invictas y tertulias caprichosas. Ese mismo personaje que asediado por envestiduras póstumas de poder y formas infalibles, le dieron el renombre, el lugar, y el afamado éxito (no se sabe si bien ganado) en la historia oficial de las guerras de independen- cia. Bolívar ha sido la excusa perfecta de muchos partidos, movimientos, sindicatos, empresas, círculos comerciales, coordinadoras y demás asociaciones, que lo consignan como protagonista memorable en la sagrada mención simbólica de la lucha. Por algo habrán robado su espada.
Cierto es, que los inescrupulosos traficantes de la verdad han manipulado “sus pensamientos” en favor de estos mismos. Y han sido usados como pretextos en el andar del siglo, de forma irreprochable e indiscutible, en el tan desentendido arte de tributar y abogar en unánime empatía y generosa rebeldía, los múltiples vejámenes que diariamente se cometen en nombre de la democracia. Esa misma democracia de Bolívar en donde los muros dicen lo que las armas odian: no habrá fosas ni balas suficientes para callarnos a todos. La tiranía impera y hace de las suyas, y el prodigioso espectáculo sale a flote polarizando las conclusiones no autorizadas.
Aquella forma indeleble de Bolívar no es más que el sentimiento enlutado, de pugnas encontradas, de egoísmos en comunes y odios compartidos, que socavan a la malherida República, financiada por el excesivo pánico del caudillismo. Y que ferozmente han plagado de tropelías la bandera tricolor a lo largo de su historia. Sea para tí Bolívar, la gloria inmarcesible o el surco de dolores. Ojalá no se esté revolcando en su tumba
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Bolívar ha sido excusa perfecta de muchos partidos, sindicatos, empresas, círculos comerciales, que lo consignan como protagonista memorable.