El Colombiano

La hora de cocinar barato

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Señores, declaro que la nueva tendencia en el mundo es cocinar barato. Afirmo mi postulado por sitios como La Trattoria de la Plaza, en Bogotá, o el restaurant­e El Mordisko, en la Mayorista de Medellín. Aunque una ciudad necesita los “fine dining”. es esencial que aparezcan más lugares de tipo económico y alta confección. ¿Cómo lograr esas dos caracterís­ticas? Fácil. Una, ubicarse cerca de una plaza de mercado. Otra, no cobrar un dineral por dos goticas de reducción de vinagre balsámico sobre un tomate chonto, que compró en la plaza minorista en doscientos pesos. Otra idea, no le dé papaya a los arrendatar­ios, déjelos como al ternero, no alquile ahí, busque otro sitio, tal vez un barrio donde usted quede como colonizado­r con látigo nuevo. Busque calles con afluencia, donde pululen los corrientaz­os, pero nadie se atreve a dar más, por mejor. Ojo con el efecto gasolina, es decir, pilas con llamar a los influencer­s, que ni te miran cuando les explicas tu concepto. Te llenan el sitio de “likes”, pero no de gente, y si aparece público, son seguidores de la moda, no de la buena cocina. Las dos caracterís­ticas que me hacen dudar o sospechar de un sitio son: que tenga la palabra gourmet en la pared o que sea recomendac­ión de un “influencer”. Salgo a mil si sé eso. Hay sitios en los que se lee: pizzería gourmet, cómo le parece. Solo transgredi­ó mil años de historia culinaria, el orgullo de dos países que no se consienten en cocina y la posibilida­d de que un grupo de ultra derecha italiano le destruya el local, bueno, hasta un grupo de ultra derecha indígena lo podría atacar. Deje la bobada de rebuscar ideas tontas. Nada de darle altura a una sobrebarri­ga ni buscarle el número pi a una albóndiga. Cocine hombre, cocine, haga lo suyo, póngase la camiseta, salga al terreno, juegue señor. Aplica para las cocineras, o sea todos y todas. Atento con los vinos, son una gran entrada si no comete el error de multiplica­r por dos o por tres el precio. ¿Cómo se explica que un plato para el que tocó buscar proveedor e ingredient­es, transporta­rlos, lavarlos, cocerlos, servirlos y decorarlos, valga menos que una botella de vino que usted solo tuvo que descor- char? ¡Ah!, no venga con el cuento de la cristalerí­a y el servicio, desde 1.492 no aceptamos tabaco ni espejos. No abra los domingos o los lunes, salga a montar en bicicleta o a caminar a las veredas cercanas, ubique campesinos, negocie con ellos, si logra tener cilantro local o huevos de gallina criolla de esas que cazan lombrices, entonces ahí sí, hágaselo saber a la clientela, dígales que ese huevo es de finca, que usted vela por el campesino y por ahorrarles un cáncer. Eso le da derecho a cobrar un poquitín más, porque usted tiene huevos, criollos. Nada de palabritas en inglés, para afuera los brunchs y las fresh salads. En Colombia el público nativo habla español, así el bloguero le insista en lo contrario. Está bien ponga debajo de los nombres la descripció­n en inglés, si su local lo sugieren en Tripadviso­r, pero nada de dárselas de gringo con traduccion­es como french pope, por papas fritas. Estudie el entorno antes de abrir, vaya por la mañana, por la tarde, por la noche, trate bien los empleados, investigue, estudie y sobre todo dude de que usted haya inventado algo. Creo que, si acepta esto con humildad, va a cocinar rico y podrá hacerlo barato, con altas ganancias.

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