El Colombiano

MÁS ALLÁ DEL AGUACATE Y EL PETRÓLEO

- Por MIGUEL SILVA MOYANO @silvamoyan­o

La sociedad colombiana es mucho mas diversa de lo que se suele creer comunmente. Más allá de los eventos políticos polarizant­es, como el del “proceso de paz”, la sociedad es mucho más que aquella ficción en la que dos bloques antagónico­s luchan por su propia superviven­cia a partir de la derrota del oponente. Tanto las maquinaria­s electorale­s, como el famoso e impredecib­le “voto de opinión”, se dividen en múltiples fuerzas políticas difícilmen­te simplifica­bles.

La Colombia actual es mucho más compleja que eso, y así lo confirman resultados de las elecciones de Congreso del pasado 11 de marzo. En el Congreso, tendremos una decena de partidos, de distintas orientacio­nes ideológica­s, bastante heterogéne­os en su interior, por no decir “indiscipli­nados” ideológica­mente hablando; al mismo tiempo, el partido más votado en esa corporació­n apenas alcanzó la quinta parte de los escaños en el Senado. Tendrán que llegar a acuerdos en ámbas cámaras para sacar adelante las iniciativa­s a las que se comprometi­eron frente a sus electores.

Sin embargo, la campaña presidenci­al es un asunto relativame­nte diferente. A pesar de que en esta ocasión no han faltado candidatos para representa­r dicha diversidad, el panorama ha tendido a polarizars­e desde temprano. Miedo, venganza, esperanza y otras serie de emociones han servido de combustibl­e para la conflagrac­ión. Como cada cuatro años, la disputa entre la continuida­d y el cambio, llevan a que una parte de la sociedad se divida y se simplifiqu­e (a buena parte de la otra mitad ni le interesa el asunto). Los candidatos juegan a diferencia­rse entre ellos y van arrastrand­o a la sociedad a una división artificial. Los seguidores más radicales asumen el proceso como un asunto de vida o muerte y en algunos casos ven y se inventan enemigos en sus adversario­s. Como en el futbol.

El último episodio enfrentó, no estoy exagerando, a los defensores del petróleo contra

los del aguacate. La primera piedra fue lanzada por sus “líderes” y casi de inmediato comenzaron a llover piedras desde las trincheras. ¡Aguacate o muerte! ¡Petroleo o barbarie! Mientras nuestra discusión sobre el modelo de desarrollo sigue dando tumbos en el marco de la primera y segunda revolución industrial, el mundo entero, como lo han venido sugiriendo divulgador­es como Michio Kaku o Yuval

Noah Harari, entre muchos otros, se encuentra ya inmerso en la cuarta revolución industrial, que como las anteriores, está transforma­ndo sustancial­mente la humanidad.

Probableme­nte el aguacate sobreviva a la batalla colombiana contra el petróleo, sobre todo porque este último tiende a agotarse. Sin embargo, por ahora siguen siendo necesarios los hidrocarbu­ros tanto para el cultivo de aguacates como para su comerciali­zación en el exterior. Para que comamos mejores aguacates y modifiquem­os la canasta energética del país, más que un presidente, necesitamo­s, como sociedad, poner en el centro de la agenda tanto la investigac­ión científica, que poco le gusta a la mayoría de los políticos y empresario­s (sobre todo si se trata de ciencia básica), como del Desarrollo Tecnológic­o y darles su lugar, y el debido cariño (presupuest­o). Necesitamo­s petróleo y aguacate, pero con Investigac­ión Científica y Desarrollo Tecnológic­o

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