DEBATES ELECTORALES Y EL CAMPO
Hasta ahora, el tema del desarrollo del campo no ha estado mayormente presente en los debates públicos entre los aspirantes a la Presidencia de la República.
Ello no deja de ser paradójico, pues hasta no hace mucho, entre los diversos sectores de la sociedad, se decía que la paz de Colombia pasaba por lo que aconteciera en los territorios rurales, ya que estos han sido, históricamente, puntos focales de los diversos fenómenos de orden público que han afectado la vida de la Nación.
Más aún, las cifras sobre la pobreza en 2017 destacan que, aunque durante los últimos años esta ha venido reduciéndose (tanto en el total nacional como en el sector rural), las brechas entre el campo y la ciudad siguen siendo muy grandes.
La realidad es que la pobreza sigue afectando severamente a muchos hogares rurales. Más aún, como se señaló en una columna anterior, las reducciones en la pobreza que se han registrado recientemente provienen, en gran parte, de las políticas públicas y no del crecimiento económico, que es la fuente que hace posible su erradicación en el largo plazo.
Ello pone presente que en el campo conviven la pobreza y la falta de la instauración de dinámicas económicas capaces de impulsar la generación de oportunidades de trabajo, empleo e ingresos para la gran mayoría de habitantes rurales.
La falta de oportunidades en el campo, la principal fuerza expulsora de mano de obra hacia las ciudades (especialmente de los jóvenes), sería natural en un país con una limitada base de recursos naturales.
Sin embargo, este no es el caso de Colombia que, como es sabido, tiene una amplia, rica y diversa base de recursos naturales (suelos, bosques, fuentes de agua y diversidad) que la hacen una de las pocas naciones en el mundo con capacidad para expandir (hacia el futuro) su área de producción agrícola.
La utilización adecuada, competitiva y sostenible de esta riqueza natural debería traducirse en una mejora significativa de las oportunidades y las condiciones de vida de los habitantes rurales.
Si ello se complementa con la creación de capacidades a nivel individual y colectivo, el campo colombiano podría seguir una senda de progreso y desarrollo muy distinta a la de los parsimoniosos y frustrantes resultados que hasta ahora se han tenido. Esto, además, redundaría en beneficio de todos los colombianos.
Lo anterior implica que, para los sectores agropecuario y rural, se deba, como lo han sugerido diversos estudios, llevar a cabo un ajuste sustancial en el marco de las políticas e instituciones que se han implementado.
Por tanto, el próximo gobernante tiene por delante la disyuntiva de continuar implementando un marco de políticas e instituciones con resultados muy limitados y poco esperanzadores para sus habitantes o dar un giro y crear las bases para la transformación acelerada de la agricultura y de las condiciones de desarrollo de los territorios rurales.
La posibilidad de cambiar la suerte del campo (donde viven alrededor de doce millones de colombianos), ¿acaso no constituye una razón más que suficiente para que se considere tema de debate electoral?
El próximo gobierno tiene la disyuntiva de continuar este marco de políticas con resultados limitados o dar un giro para transformar la agricultura.