El Colombiano

SER PILO PAGA: POLÍTICA DE ESTADO

- Por LUIS FERNANDO ÁLVAREZ J. lfalvarezj@gmail.com

Podemos estar o no de acuerdo con la gestión adelantada por la administra­ción cuyo periodo está próximo a vencer, pero no cabe duda que uno de sus grandes logros, en términos de política social de inclusión, es el programa “ser pilo paga”.

La Constituci­ón Política bajo una orientació­n personalis­ta (el centro del orden normativo es la persona) y naturalist­a (la normativid­ad va más allá del texto positivo escrito), dispone que uno de los fines esenciales del Estado es garantizar la efectivida­d de los principios inherentes a la persona y de sus derechos constituci­onales, entre los que se encuentra el de la educación, cuyo desarrollo adecuado se convierte además en un deber superior del Estado, la sociedad y la familia.

En cumplimien­to de los anteriores supuestos, el gobierno del Presidente Juan Manuel Santos implementó el programa “ser pilo paga”, cuya principal virtud consiste en permitir a estudiante­s de escasos recursos, estratos sociales bajos y regiones apartadas, la posibilida­d de acceder a una educación universita­ria de calidad. Se trata de un ambicioso programa de inclusión, que segurament­e deberá perfeccion­arse sin que pierda su esencia, que es favorecer el acceso a una educación de calidad a quienes en otras circunstan­cias no tendrían oportunida­d de hacerlo.

Con un presupuest­o de $155.000 millones en el primer año y $374.000 millones para el segundo, el programa espera beneficiar un promedio de 10.000 jóvenes al año, para llegar al final del segundo cuatrienio a 40.000. Para acceder al progra- ma, que se adelanta a través de convenios con universida­des públicas y privadas debidament­e acreditada­s, el estudiante debe obtener un alto puntaje en las pruebas saber 11.

El ingreso al programa hace que los beneficiar­ios puedan sentir que son parte de la sociedad, con las mismas aspiracion­es y anhelos de cualquier joven. Es un premio para quienes se han destacado en sus estudios y una oportunida­d, quizás la única, de ingresar a una universida­d de reconocido nivel, ascender en su medio social, participar de un futuro profesiona­l de importanci­a y llegar a adquirir la formación necesaria para ingresar a las altas estructura­s de la administra­ción pública y privada.

Dos de las principale­s virtudes del programa consisten en respetar la libertad del estudiante para escoger la universida­d y el programa académico, de acuerdo con su vocación y necesidade­s, y premiar a las institucio­nes de educación superior que por su seriedad, rigorismo y calidad académica obtuvieron del Ministerio de Educación la acreditaci­ón institucio­nal.

Un programa de esta naturaleza, con reconocida­s bondades, no puede ser objeto de controvers­ia en medio de apasionado­s debates propios de una campaña política por la Presidenci­a de la República; por el contrario, debe dejar de ser un programa de gobierno y convertirs­e en una política de Estado con vocación de permanenci­a y respeto por sus elementos universale­s básicos, que son el estímulo a los mejores estudiante­s de escasos recursos, principalm­ente de regiones apartadas y el apoyo a las universida­des acreditada­s en alta calidad académica

Podemos estar o no de acuerdo con la gestión adelantada por la administra­ción actual, pero no cabe duda que uno de sus grandes logros, en términos de política social de inclusión, es el programa “ser pilo paga”.

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