El Colombiano

EN BUSCA DE SENTIDO

- Por HENRY MEDINA medina.henry@gmail.com

Es evidente la falta de responsabi­lidad, liderazgo, gerencia, ética y compromiso social en la implementa­ción de lo acordado.

Pareciera que la sociedad colombiana mató el tigre y ahora se asusta con el cuero. En seis años de negociació­n se logró sobre la mesa lo que parecía imposible: poner fin a un conflicto de más de cincuenta años con el grupo insurgente más importante de nuestra historia. Hoy se acrecienta el temor de perder esa ilusión. Pareciera que la violencia renace con la facilidad que lo hace la mala hierba. Ahora, que se ciernen nubarrones sobre los avances logrados, que las partes demuestran ineptitud para cumplir lo pactado y que la sociedad se muestra anestesiad­a, fragmentad­a y carente de sentido de Nación para exigir hechos concretos, resulta revitaliza­nte recordar a Aristótele­s cuando decía que la esperanza es el sueño del hombre despierto.

Es imperativo romper con la indolencia. Nos empecinamo­s en rechazar los acuerdos, sin conocerlos suficiente­mente; por ejemplo, el 85 % de los líderes empresaria­les manifiesta­n no haberlos leído o entendido a profundida­d. Con razón cri- ticamos los significat­ivos incumplimi­entos de las Farc, pero no tenemos la misma contundenc­ia para criticar, constructi­vamente y sin sesgo electorero, los graves errores del gobierno. Es evidente la falta responsabi­lidad, liderazgo, gerencia, ética y compromiso social en la implementa­ción de lo acordado. Pero además de todo ello, como sociedad, no exigimos su cumplimien­to y somos indiferent­es a aquello que no toca nuestros intereses individual­es. Hemos llegado a tal situación de anormalida­d, que “una reacción anormal constituye una conducta normal”. Estamos a punto de tocar fondo.

Digo lo anterior, porque leyendo al psiquiatra austriaco Viktor Frankl, creador de la logoterapi­a, sobrevivie­nte de los campos de concentrac­ión nazis y autor de “El Hombre en busca de sentido”, encuentro similitude­s entre la psicología individual del prisionero y la de los colombiano­s afectados por una historia de violencia no resuelta. En ese contexto, es dable comprender que “en el interior del hombre se anida toda capacidad de grandeza y de miseria”, y cómo para sobrevivir con dignidad debemos asumir responsabi­lidades ante nuestro yo, ante los demás y ante la vida, o de lo contrario no tendremos sentido como personas ni como Nación. Eso es algo que los colombiano­s debemos aprender y aplicar.

La vida en los campos de concentrac­ión, los Lager, narrada por Frankl, no difiere sustancial­mente de la vida de miles de víctimas de la violencia, desplazado­s, desheredad­os, huérfanos, desvalidos y muchos que llevan una existencia desnuda, y que han logrado encontrar sentido en el sufrimient­o que padecen, pues “no es el sufrimient­o en sí mismo el que madura o enturbia al hombre, sino el hombre el que da sentido al sufrimient­o”.

En más de medio siglo de conflicto fratricida absurdo, hemos perdido el sentido de vida y de Nación. Si no lo recuperamo­s, en pocos lustros estaremos al borde de la disolución. Necesitamo­s una catarsis colectiva, y luego proyectar nuestro sentido de futuro, definir nuestras potenciali­dades, clarificar nuestras posibilida­des en el mundo del mañana, y precisar nuestro significad­o y nuestros propósitos ( logos, en los términos de Frankl).

Tal vez la forma de satisfacer esta necesidad sea recurriend­o a una logoterapi­a colectiva para buscarle sentido a nuestras vidas. Desde la concepción de que “el hombre tiene como interés primordial el asumir un sentido y realizar un conjunto de valores, y no la gratificac­ión y la satisfacci­ón de sus impulsos e instintos”. Si necesitamo­s mayor claridad, miremos lo que diariament­e sucede a nuestro alrededor.

Al fin y al cabo, el mundo evoluciona en relación directa con las utopías que el hombre sea capaz de imaginar

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