EN BUSCA DE SENTIDO
Es evidente la falta de responsabilidad, liderazgo, gerencia, ética y compromiso social en la implementación de lo acordado.
Pareciera que la sociedad colombiana mató el tigre y ahora se asusta con el cuero. En seis años de negociación se logró sobre la mesa lo que parecía imposible: poner fin a un conflicto de más de cincuenta años con el grupo insurgente más importante de nuestra historia. Hoy se acrecienta el temor de perder esa ilusión. Pareciera que la violencia renace con la facilidad que lo hace la mala hierba. Ahora, que se ciernen nubarrones sobre los avances logrados, que las partes demuestran ineptitud para cumplir lo pactado y que la sociedad se muestra anestesiada, fragmentada y carente de sentido de Nación para exigir hechos concretos, resulta revitalizante recordar a Aristóteles cuando decía que la esperanza es el sueño del hombre despierto.
Es imperativo romper con la indolencia. Nos empecinamos en rechazar los acuerdos, sin conocerlos suficientemente; por ejemplo, el 85 % de los líderes empresariales manifiestan no haberlos leído o entendido a profundidad. Con razón cri- ticamos los significativos incumplimientos de las Farc, pero no tenemos la misma contundencia para criticar, constructivamente y sin sesgo electorero, los graves errores del gobierno. Es evidente la falta responsabilidad, liderazgo, gerencia, ética y compromiso social en la implementación de lo acordado. Pero además de todo ello, como sociedad, no exigimos su cumplimiento y somos indiferentes a aquello que no toca nuestros intereses individuales. Hemos llegado a tal situación de anormalidad, que “una reacción anormal constituye una conducta normal”. Estamos a punto de tocar fondo.
Digo lo anterior, porque leyendo al psiquiatra austriaco Viktor Frankl, creador de la logoterapia, sobreviviente de los campos de concentración nazis y autor de “El Hombre en busca de sentido”, encuentro similitudes entre la psicología individual del prisionero y la de los colombianos afectados por una historia de violencia no resuelta. En ese contexto, es dable comprender que “en el interior del hombre se anida toda capacidad de grandeza y de miseria”, y cómo para sobrevivir con dignidad debemos asumir responsabilidades ante nuestro yo, ante los demás y ante la vida, o de lo contrario no tendremos sentido como personas ni como Nación. Eso es algo que los colombianos debemos aprender y aplicar.
La vida en los campos de concentración, los Lager, narrada por Frankl, no difiere sustancialmente de la vida de miles de víctimas de la violencia, desplazados, desheredados, huérfanos, desvalidos y muchos que llevan una existencia desnuda, y que han logrado encontrar sentido en el sufrimiento que padecen, pues “no es el sufrimiento en sí mismo el que madura o enturbia al hombre, sino el hombre el que da sentido al sufrimiento”.
En más de medio siglo de conflicto fratricida absurdo, hemos perdido el sentido de vida y de Nación. Si no lo recuperamos, en pocos lustros estaremos al borde de la disolución. Necesitamos una catarsis colectiva, y luego proyectar nuestro sentido de futuro, definir nuestras potencialidades, clarificar nuestras posibilidades en el mundo del mañana, y precisar nuestro significado y nuestros propósitos ( logos, en los términos de Frankl).
Tal vez la forma de satisfacer esta necesidad sea recurriendo a una logoterapia colectiva para buscarle sentido a nuestras vidas. Desde la concepción de que “el hombre tiene como interés primordial el asumir un sentido y realizar un conjunto de valores, y no la gratificación y la satisfacción de sus impulsos e instintos”. Si necesitamos mayor claridad, miremos lo que diariamente sucede a nuestro alrededor.
Al fin y al cabo, el mundo evoluciona en relación directa con las utopías que el hombre sea capaz de imaginar