CONTRAPORTADA
Harry y Meghan, un cuento más del príncipe y la plebeya
El matrimonio entre el príncipe Harry y la denominada plebeya Meghan Markle no solo ratifica la vigencia y poder mediático de la monarquía británica, sino que marca un cambio, más moderno y menos estricto, en las futuras bodas entre los herederos a la corona de la reina Isabel II.
El matrimonio, celebrado en Windsor, muestra que las monarquías parecen haberse adaptado a los tiempos modernos. Por eso no extraña que pese a que la actriz no tenga “sangre azul” y sea una divorciada haya sido aceptada como esposa de Harry, tal y como lo afirma
Hernán Olano García, director del departamento de historia de la Universidad de la Sabana y caballero de la Asociación de amigos del castillo de Windsor.
Frente a esta postura, Ana Mellado, licenciada en periodismo de la Universidad Carlos III de Madrid, experta en estos temas en el diario ABC, de España, anota que la Familia Real británica goza de máxima popularidad en Reino Unido y eso lo reflejan las encuestas.
“En 2016, cuando se celebró el cumpleaños 90 de la Reina Isabel II, los sondeos que se manejaban señalaban en un 76 % las personas a favor de la monarquía, frente a solo un 17 % de republicanos. El seguimiento de eventos como este o la manera en la que la gente aquí se está volcando a ver la boda refuerzan esa teoría de que la monarquía está en auge” .
Sobre la aceptación de Meghan Markle como integrante de la Familia real, la periodista Mellado cree que es un símbolo que proyectará modernidad.
Afirma que Harry siempre ha sido el miembro más desenfadado, transgresor y rupturista de la familia. “Y con su amor hacia Meghan refuerza esa idea de que aún perteneciendo a la realeza uno puede seguir sus sentimientos”.
Windsor fue ayer toda una fiesta a la que fueron invitadas 100.00 personas, que llegaron desde diferentes sitios de esta isla.
Harry (al igual que se esposa, aunque esta no podrá ser llamada princesa), nieto de la reina Isabel II de Inglaterra y sexto en la línea de sucesión al trono, también fue nombrado, antes de la boda, duque de Sussex, conde de Dumbarton y barón de Kilkeel