UN CULTO A LA COMIDA EN DISTINTAS LOCACIONES DE MEDELLÍN

Templos abandonados, bodegas, talleres, discotecas subterráneas, bares, pent houses, azoteas o casinos de Medellín se convierten cada semana en un escenario “oculto” para ofrecer cenas clandestinas. Los comensales interesados hacen una reserva sin conocer el lugar ni el menú. Llega el día del banquete, los 30 invitados recibirán un mensaje en la mañana con la primera pista del sector en donde será el encuentro. Faltando solo unas horas para la cita reciben otra pista, con señales e instrucciones de cómo llegar. Una soda saborizada con reducción de vino rosado o una kombucha asiática a base de té negro fermentado con algo de licor dan la bienvenida. Sea donde sea el banquete, habrá una mesa con patés, tartares de salmón o pesca- do. Los comensales pasan a las mesas a compartir con desconocidos. Los chefs explican el plato que está por llegar. El primer momento en la mesa es algo pequeño, pero muy saborizado, como una crema de espinaca con espuma de coco y espinaca frita o una crema fría de maíz. Para abrir el apetito llega el segundo momento que consiste en una entrada fría, como ceviches o tartares de camarón, seguidos de una entrada caliente, como dadinhos de tapioca o bolitas apanadas del almidón de yuca con queso, con mermelada de ají dulce. Antes del plato fuerte, los comensales deberán limpiar su paladar con un sorbete o sherbet de curuba con espuma de coco, o de mango biche. Si las instalaciones tienen la cocina abierta, la música aumenta su veloci- dad cuando la preparación alcanza su mayor temperatura. Tras doce horas de cocción está lista la lengua al horno, cocida al vacío servido con puré de arvejas, o panza de cerdo, conocido como chicharrón barriguero al horno, acompañado de cremoso de cebada y queso parmesano. Todo matizado con vino. El culto a la gastronomía no podría cerrar sin un postre sorpresa y un buen café. El jardín es uno de los que deja de qué hablar. La tierra del jardín es cocoa, chocolate derretido y galletas de chocolate; tiene rocas de chocolate amargo que se derriten en la boca y las flores son granadas ácidas, arándanos y hojas de menta, como punto final a una cena oculta que hace culto al buen comer.