El Colombiano

EL TRUENO DEL AGUA

- Por JUAN JOSÉ HOYOS redaccion@elcolombia­no.com.co

Mientras miles de refugiados acosados por el miedo velan en sus albergues a orillas del río Cauca, aguas abajo de Hidroituan­go, luego de las fallas presentada­s en los túneles de la central y después de los desastres causados por sus aguas desbordada­s, pienso en la larga lucha de los hombres por do- minar el agua y aprovechar su fuerza cuando está en movimiento para generar energía eléctrica. También, en las fantasías que ha tejido la mente humana en su relación con este elemento sin el que no existiría la vida sobre la Tierra.

Es una lucha de siglos que empezó en la Grecia antigua, cuando los agricultor­es usaban molinos de agua para moler el trigo y hacer la harina con la que preparaban el pan. Los molinos estaban situados en los ríos y recogían el agua en cubos atados a una rueda. La fuerza del agua hacía girar la rueda y su eje movía los cilindros que trituraban el trigo.

En la antigua religión griega, Poseidón era uno de los doce dioses del Olimpo. En la mitología, era el dios del mar y el resto de las aguas. También era el dios de los terremotos y de los caballos. Gobernaba las islas y los mares y mantenía las aguas en calma. Pero cuando era ignorado o se enfadaba, hundía en la tierra su tridente y provocaba crecientes, terremotos, hundimient­os y naufragios.

A pesar de los temores que desataba el agua cuando los ríos se desbordaba­n o las tormentas de los mares causaban estragos en los puertos, la energía hidráulica se siguió aprovechan­do en la minería para construir nuevos molinos y triturar las rocas. Con la revolución industrial y la aparición de los primeros motores de generación eléctrica, a fines del siglo XIX se construyer­on las primeras centrales hidroeléct­ricas en las cataratas del Niágara, en la frontera entre Canadá y Estados Unidos; en Appleton, Wisconsin, en Estados Unidos, y en Northumber­land, Gran Bretaña, entre 1879 y 1896.

La más importante de ellas fue la de las cataratas del Niágara, construida por el empresario

George Westinghou­se, usando el sistema de transmisió­n de energía eléctrica que Nikola Tesla había desarrolla­do. Este permitió transporta­r por primera vez la corriente alterna desde la central hasta la ciudad de Buffalo, situada a 32 kilómetros.

La palabra Niágara proviene de un vocablo de la lengua iroquesa que significa “Trueno de agua”. Este era el nombre que le daban los indios aborígenes a las cataratas formadas por los Grandes Lagos que separan a Estados Unidos y Canadá, por el ruido que provocaban al precipitar­se al abismo.

En Colombia, las primeras hidroeléct­ricas se construyer­on en Bogotá, en 1890; en Bucaramang­a, en 1891; en Barranquil­la, en 1892; y en Cartagena y Santa Marta, en 1893.

Medellín construyó su primera central en 1895, cuando se fundó la Compañía Antioqueña de Instalacio­nes Eléctricas, con capital aportado en partes iguales por el Departamen­to de Antioquia, el Municipio de Medellín y algunos empresario­s privados.

Años más tarde, Antioquia se convirtió en uno de los pioneros en el desarrollo de esta clase de centrales. Hoy el 70 % de la energía que se consume en el país es producido por centrales hidroeléct­ricas. Al menos una cuarta parte proviene de los ríos y las montañas de nuestra región.

En la mitología de los indios embera que habitan el cañón del río Cauca, el agua proviene de un árbol inmensamen­te grande que su dios Caragabí derribó para abastecer de agua al mundo.

Ruego a él, y a Neptuno, y a todos los demás dioses, que las aguas del Cauca se aquieten para que sigan dando vida y alimento a los sembrados, a los animales y a los hombres que habitan sus riberas y produciend­o la energía que Colombia necesita para su futuro

Hoy el 70% de la energía que se consume en el país es producida por centrales hidroeléct­ricas. Al menos una cuarta parte proviene de los ríos de nuestra región.

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