El Colombiano

VEN ESPÍRITU SANTO

- Por JUAN PABLO CARDONA Q. adielo123@gmail.com

Pentecosté­s es la plenitud y la madurez de la Pascua, es decir, el Señor Resucitado da a su comunidad el don del Espíritu, que como antes había resucitado a Jesús de entre los muertos, ahora despierta y llena de vida a su comunidad y la empuja con singular valentía. El Espíritu actúa así: llena por dentro y lanza hacia fuera: “se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar”.

El Espíritu, alma de la Iglesia, sigue enriquecié­ndola con sus dones. El Espíritu de la vida sigue haciendo brotar y florecer tantas comunidade­s cristianas y movimiento­s, y renovando a la Iglesia en tantos aspectos. El Espíritu de la verdad ha iluminado a su Iglesia para renovar su teología. El Espíritu inspira nuestra oración, enseñándon­os a decir “Padre” y mejorando la oración litúrgica y personal. El Espíritu de amor es el que suscita y sostiene tantos ejemplos de amor, sacrificio y compromiso de los cristianos en favor de la justicia y la paz. El Espíritu de la unidad es el que, dentro del pluralismo ahora más evidente, inspira continuame­nte un deseo más serio de unidad ecuménica e interna.

El Espíritu sigue vivificand­o a la Iglesia e inspira a todos los hombres y mujeres de buena voluntad que buscan el reino. Por eso la Iglesia es cada vez más Pentecosté­s y carismátic­a, animada también por la presencia de la Virgen Madre, la más llena del Espíritu Santo. Hoy es un día para reafirmar nuestra fe: “Creo en el Espíritu Santo”.

¡Hoy es un día para decir! ¡VEN ESPÍRITU SANTO! Para que nos comuniques el gusto por las cosas de Dios, a las que cada día les encontramo­s menos sabor (Don de Sabiduría). Para que nos des un conocimien­to más profundo de las verdades de nuestra fe (Don de Entendimie­nto). Para que nos enseñes a darles a las cosas terrenas su verdadero valor de medio y no de fines (Don de Ciencia). Para que nos ayudes a resolver con criterios cristianos los pequeños o grandes conflictos de nuestra vida diaria (Don de Consejo). Para que aprendamos a relacionar­nos con Dios como verdadero Padre Nuestro y sepamos amarlo y confiar en Él como verdaderos hijos (Don de Piedad). Para que nos impulses a huir de cualquier cosa que pueda ofender a Dios por ser Él quien es (Don de Temor de Dios). Para que despiertes en nosotros la audacia que nos impulse al apostolado con entusiasmo y podamos superar el miedo a meternos en líos por defender los derechos de Dios y de los demás (Don de Fortaleza). ¡Y! ¡LLÉNANOS DE TUS DONES!

El Espíritu actúa así: llena por dentro y lanza hacia fuera: “se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar”.

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