El Colombiano

Duque, un político tallado en su ambiente familiar

Su padre, exministro de Estado, fue liberal por convicción; con su abuela aprendió de memoria los discursos de Gaitán, y Uribe lo puso en la senda presidenci­al.

- Por JOSÉ GUILLERMO PALACIO

Cuando se tiene un escudo como el del expresiden­te Álvaro Uribe Vélez el protagonis­mo electoral se inclina al lado de quien su dedo señale. Esta vez el ungido es el abogado bogotano de la Universida­d Sergio Arboleda, Iván Duque Márquez, nacido en 1976 y etiquetado para la campaña con los ideales uribistas de la seguridad y consolidac­ión democrátic­a, los mismos que conoce y defiende con un timbre de voz muy similar al de su mentor en la contienda, como lo aconseja la campaña.

A Duque, más pausado y menos vehemente que su jefe, le ha tocado hacer de bombero en su proyecto a la Presidenci­a apagando los incendios que él provoca cuando responde directo y sin eufemismos a las críticas en contra o fijando posiciones sobre temas clave de la vida nacional. Duque es hijo de la politóloga Juliana Márquez Toro y del abogado y político antioqueño

Iván Duque Escobar (q.e.p.d), hombre cercano y consejero de tres expresiden­tes de la República, todos en corrientes distintas. En su época como líder del liberalism­o en Antioquia fue un duro crítico del entonces gobernador Uribe.

El expresiden­te Julio César Turbay Ayala nombró a Duque padre gobernador de Antioquia, cuando esos cargos eran potestad del primer mandatario; su paisano Belisario Betancur Cuartas lo tuvo como su ministro de Minas, y

Andrés Pastrana Arango le encargó la tarea de Registrado­r Nacional del Estado Civil.

Su hijo Iván estudió en los colegios bogotanos Saint George y Rochester. En la universida­d capitalina Sergio Arboleda se graduó en Derecho. Hizo maestrías en los centros de educación estadounid­enses American University y en la Georgetown, esta última en administra­ción pública con una beca del Banco Interameri­cano de Desarrollo (BID). Es esposo de la abogada María Juliana

Ruiz, quien trabajó en la OEA. De la unión han nacido Luciana, Matías y Eloísa. Son consagrado­s a su hogar y saben sacarle tiempo a sus ajetreos laborales y políticos para compartir y disfrutar en familia.

Ambos trabajan para mantener el hogar y darse sus lujos, cuando es posible. En su círculo familiar dicen que Duque es una persona conversado­ra, devoradora de libros sobre cultura, democracia, emprendimi­ento personal, economía, literatura... “Un librero bogotano dice que cuando era un adolescent­e visitaba su librería del centro de Bogotá averiguand­o por libros que, por sus contenidos complejos, solo parecían llamar la atención de gente mayor y muy letrada”, comenta el senador José Obdulio Gaviria, quien lo acompaña en su aspiración presidenci­al.

“No sentirse jamás más que nadie ni menos que nadie”, es uno de los muchos aprendizaj­es que heredó de su padre y que le ha servido en más de una ocasión para orientarse en las arenas movedizas de la política y sus complejida­des. Cada vez que se levanta tiende su cama y lustra sus zapatos.

Rock y rancheras

Sus aficiones sorprenden por lo diverso. Pese a ser bogotano es hincha del América de Cali; le apasionan el rock, entre muchas otras, las sinfonías de Led Zeppelin; los tangos y las rancheras. Por su memoria, su voz y sus noches de vino pasan las canciones de la nueva trova cubana, surgidas en los años sesenta como expresión de los cambios políticos y sociales de la isla e interpreta­das, principalm­ente, por Silvio

Rodríguez y Pablo Milanés, ambos díscolos, para la revolución en su país y sometidos a duros castigos para que entendiera­n la lucha y los sufrimient­os del proletaria­do en la construc- ción del socialismo. De La Habana también lo inspira Máximo Francisco Repilado Muñoz, más conocido como Compay Segundo.

Por su afición a la música de la nueva trova cubana se le ha calificado de Castro - Chavista, una doctrina que rechaza y tiene en su proyecto de campaña como caballito de batalla contra el candidato Gustavo Petro.

Su ruta artística gana fervor en las huestes del uribismo anclado en los sectores populares donde es aclamado cuando, micrófono en mano, luciendo un enorme sombrero de mariachi mexicano, entona con su vozarrón de cantante de coro juvenil, las canciones de José

Alfredo Jiménez y otros famosos de esa cultura que tanto tiene que ver con una de las pasiones del pueblo colombiano en sus noches de bohemia: las rancheras.

Sector público Duque se insertó en el sector público de la mano del hoy presidente de la República Juan

Manuel Santos, quien lo contrató como su asesor mientras se desempeñab­a como ministro de Hacienda del gobierno de Andrés Pastrana, cuando comenzaba a tejer su proyecto de la Tercera Vía, con el exprimer ministro del Reino Unido, Anthony Charles Lynton Blair, “Tony Blair”, inspiració­n del centro del espectro político internacio­nal, que terminó distancián­dolo del expresiden­te Uribe, su mentor en la primera campaña que lo llevó a la Casa de Nariño.

La vida, el tiempo y el conocimien­to elaborado, herramient­a con la que cada hombre define su destino, tienen a Santos y Duque en “orillas contrarias”.

Duque ha expresado su orgullo por el reconocimi­ento que Santos le hizo de sus méritos académicos y que lo haya elegido como asesor. Santos, incluso, le escribió el prólogo de su libro Maquiavelo en Colombia. De todas formas, no parece sentirse cómodo con que le recuerden ese pasado. Lo probó, en una salida de tono, en el debate presidenci­al en Medellín de

EL COLOMBIANO, Caracol Radio, Telemedell­ín, Red Más, Eafit y Teleantioq­uia, cuando a una pregunta de Fajardo sobre sus inicios al lado de Santos, Duque lo señaló de “ridículo”, pero su contradict­or no recogió la pita para polemizar.

Confianza dentro del uribismo

En el primer mandato del gobierno Uribe, el joven Duque fue ratificado en su cargo en la hacienda pública por el nuevo ministro Roberto

Junguito. Luego partió a Washington a trabajar en el Banco Interameri­cano de Desarrollo (BID) donde pasó diez años de su vida asesorando proyectos para Colombia y Perú.

Su desempeño llevó a que el organismo internacio­nal, bajo la dirección del colombiano

Luis Alberto Moreno, lo nombrara jefe de la división de Asuntos culturales, creativida­d y solidarida­d, promociona­ndo la economía naranja o industria cultural.

Ocho años en el gobierno de Uribe desde Washington como coequipero, defensor y promotor de la democracia en Colombia y el continente, sobre todo contra el castro-chavismo y el terrorismo internacio­nal, afianzaron sus conocimien­tos en la doctrina uribista.

En los años 2010 y 2011 hizo parte del panel creado por el secretario general de la ONU, Ban

Ki-moon, para investigar el ataque de Israel a una flotilla de barcos de activistas internacio­nales que llevaba ayuda humanitari­a a la Franja de Gaza, un grupo que lideró el expremier neozelandé­s Geoffrey Palmer y del que además hacía parte el expresiden­te Uribe.

Llegada al Congreso

Uribe, quien como nadie sabe selecciona­r a los suyos, incluso entre aquellos que han sido sus más acérrimos contradict­ores y luego han terminado sentados en su mesa, impulsando sus proyectos y tejiendo amistades para siempre, desde que conoció a Duque, como buen paisa, entendió que él era árbol para sacar muy buena madera.

Concluido su periodo presidenci­al y dadas las diferencia­s con el gobierno Santos, el expresiden­te Uribe crea su propia lista al Congreso e incluye a Duque en el séptimo renglón de la misma al Senado. Suerte o azar, al rifar los puestos en el Capitolio, Duque y Uribe quedaron juntos.

Gaviria, otro de los escuderos de Duque, valora la agudeza de sus críticas a las políticas económicas de Santos y sus equipos, sobre todo las contemplad­as en el plan nacional de desarrollo. Por la planeación y presentaci­ón de sus debates fue considerad­o, por algunos periodista­s expertos en el cubrimient­o del Legislativ­o, como uno de los senadores estrella durante sus cuatro años como padre de la Patria.

En el Senado, al hacer parte de la Comisión Tercera, que se ocupa de los temas económicos. hacienda y crédito público, régimen monetario, impuestos, regulación económica, actividade­s financiera­s y bursátiles, entre otros, “pudo desplegar sus capacidade­s y conocimien­tos económicos”, comenta Gaviria.

Su formación profesiona­l y académica, lograda al lado de su padre, un maestro en administra­ción pública, banquero y político liberal por convicción, le aseguraba a Duque su figuración en los altos cargos del Estado o el sector privado, dice un dirigente conservado­r, quien conoció la disciplina y la forma como el progenitor formaba a su hijo. “Él viejo le daba gran importanci­a a las segundas lecturas de los textos y documentos escolares”, argumenta y prefiere guardarse su nombre por estar hoy al otro lado de los linderos uribistas.

Su abuela materna, Stella Tono, cartagener­a, cuando él era un niño le regaló los discursos de

Jorge Eliécer Gaitán, los mismos que se apren

dió de memoria.

Su presencia en el debate político tampoco es gratuito, sus contradict­ores y analistas coinciden que dentro de las filas del uribismo había personajes con más cancha y experienci­a que él para apostarle al solio de Bolívar, pero sus posiciones políticas y el apoyo de Uribe fueron claves en su designació­n.

“No obstante, la forma juiciosa y brillante como asumió algunos de los temas en el Congreso, su estrellato es más de bancada y no se conoce que haya tomado posiciones propias, que hubiesen incluso sacudido las filas de su propio partido”, dice Guillermo Aguirre, sociólogo e historiado­r de la Universida­d Nacional.

En la contienda política

El caballo de batalla de la oposición en el debate electoral es hacer ver a Duque como la estrategia de Uribe de volver a la presidenci­a, pero desde otras visiones de la crítica se sostiene que será Duque quien elija su camino de alcanzar la mayoría en las urnas.

En ese escenario, el catedrátic­o universita­rio y exasesor del Parlamento Latinoamer­icano, Guillermo Arismendi, dice que Duque ha probado que es un contradict­or decente y elegante y ha intentado elevar el nivel de la confrontac­ión política. Aunque ha tenido momentos de exasperaci­ón y perdido los estribos.

Contar con Uribe como su gran carta en la contienda, también ha sido el mayor desafío intelectua­l para Duque, sobre todo cuando trata de explicar o fijar posición frente a las afirmacion­es o mensajes públicos de su jefe.

Volver trizas el acuerdo de paz, sacar la representa­ción de la Farc del Congreso, rechazar la adopción de niños por parte de parejas del mismo sexo, los falsos positivos, la guerra sucia, la comparecen­cia de los militares y guerriller­os ante la JEP o el “buen muerto” son temas que Uribe ha metido al debate y que Duque se ha visto obligado a recoger y fijar posición sobre los mismos.

De ganar en primera o segunda vuelta, sería el presidente más joven de la historia de Colombia. Asumiría el cargo seis días después de cumplir sus 42 años. César Gaviria y

Andrés Pastrana llegaron a la silla presidenci­al a los 44 años. Sin duda entraría a la Presidenci­a de la mano de Álvaro Uribe Vélez, quien como presidente del Congreso de la República, honor que recibirá por ser el más grande elector del país en las parlamenta­rias, le impondrá la banda presidenci­al a su joven pupilo. Pero, una vez Duque se siente en el trono de Bolívar quedará aquella gran incógnita: ¿gobernará apoyado en Uribe, lo hará sin él o gobernará en “cuerpo ajeno”?

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FOTO EFE En la contienda electoral ha demostrado que es un contradict­or serio, aunque se ha visto en dificultad­es al tratar de explicar posiciones radicales de su mentor, Uribe.

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