ESTA SEMANA DE REFLEXIÓN
Si se opta por ir el domingo a votar y elegir, que es lo más ajustado al ejercicio de la ciudadanía, la actuación ética ha de ser autónoma y basarse en valores, así estén muy descaecidos o hayan dejado de valer.
En las contradictorias costumbres políticas, marcadas por el folclorismo, esta semana previa a la jornada electoral se ha instituido como de reflexión, así no se tenga suficiente claridad sobre el significado del verbo reflexionar, que puede ser la aplicación de la racionalidad con finalidades éticas, el cálculo de ventajas y probabilidades, o el período de acentuación del malestar con el estado de cosas, el escepticismo sobre la capacidad transformadora de la política, la desconfianza en los políticos y la sospecha de que las fuerzas de las tinieblas se acomodarán en la dirección del poder.
Cada cual tiene derecho a elegir una de esas tres tendencias, elección racional, cálculo de conveniencias o malestar y desconfianza. Si se opta por ir el domingo a votar y elegir, que es lo más ajustado al ejercicio de la ciudadanía, la actuación ética ha de ser autónoma y responsable y basarse en valores, así estén muy descaecidos o hayan dejado de valer. Que los políticos no tienen por qué buscar la verdad, ni la bondad ni la belleza, es una conclusión de los que a lo peor juzgan por su condición. En estos días le oí a un personaje que “el político no tiene que decir la verdad”, el mismo que trataba de justificar hace algunos meses que “la política revela lo peor de la condición humana”. Que esa haya sido su norma de costumbre, es probable, dadas las condiciones patentes de subdesarrollo político y la caída abismal de los estándares morales. Pero tal regla inferior y particular no puede ser la ley superior y general.
La primera decisión electoral debería ser la de escoger, así pueda catalogarse como el mal menor, el programa, las ideas y al personaje que des- pierten confianza razonable en que puedan reconstruirse el criterio de veracidad y las prácticas conducentes, para despejar la atmósfera asfixiante de cinismo, corrupción, trampas, mentiras, engaños, que están haciendo del entorno político y social un territorio tóxico, infeccioso, cochino, del que no podemos ni debemos huir aunque a veces lo quisiéramos en defensa legítima.
Todos los sondeos de opinión coinciden al retratar un estado significativo de la voluntad general, al menos hasta ayer. Desde mi propio punto de vista, muestran los resultados deseables. Los candidatos conjugan sentido común, buena fe, capacidades y competencias, vocación de servicio, experiencia, conciencia de la gravedad del momento histórico, responsabilidad y carácter. Entre todos pueden formar una verdadera gran coalición, si, además, he notado que no rehusarían un pacto conciliatorio. Incluso el fogoso aspirante que se perfila como nuevo líder de la oposición podría aceptar los términos de una suerte de acuerdo sobre lo fundamental. En fin, elegir y votar, es la primera decisión ética en esta semana de reflexión