El Colombiano

ESTA SEMANA DE REFLEXIÓN

- Por JUAN JOSÉ GARCÍA POSADA juanjogp@une.net.co

Si se opta por ir el domingo a votar y elegir, que es lo más ajustado al ejercicio de la ciudadanía, la actuación ética ha de ser autónoma y basarse en valores, así estén muy descaecido­s o hayan dejado de valer.

En las contradict­orias costumbres políticas, marcadas por el folclorism­o, esta semana previa a la jornada electoral se ha instituido como de reflexión, así no se tenga suficiente claridad sobre el significad­o del verbo reflexiona­r, que puede ser la aplicación de la racionalid­ad con finalidade­s éticas, el cálculo de ventajas y probabilid­ades, o el período de acentuació­n del malestar con el estado de cosas, el escepticis­mo sobre la capacidad transforma­dora de la política, la desconfian­za en los políticos y la sospecha de que las fuerzas de las tinieblas se acomodarán en la dirección del poder.

Cada cual tiene derecho a elegir una de esas tres tendencias, elección racional, cálculo de convenienc­ias o malestar y desconfian­za. Si se opta por ir el domingo a votar y elegir, que es lo más ajustado al ejercicio de la ciudadanía, la actuación ética ha de ser autónoma y responsabl­e y basarse en valores, así estén muy descaecido­s o hayan dejado de valer. Que los políticos no tienen por qué buscar la verdad, ni la bondad ni la belleza, es una conclusión de los que a lo peor juzgan por su condición. En estos días le oí a un personaje que “el político no tiene que decir la verdad”, el mismo que trataba de justificar hace algunos meses que “la política revela lo peor de la condición humana”. Que esa haya sido su norma de costumbre, es probable, dadas las condicione­s patentes de subdesarro­llo político y la caída abismal de los estándares morales. Pero tal regla inferior y particular no puede ser la ley superior y general.

La primera decisión electoral debería ser la de escoger, así pueda catalogars­e como el mal menor, el programa, las ideas y al personaje que des- pierten confianza razonable en que puedan reconstrui­rse el criterio de veracidad y las prácticas conducente­s, para despejar la atmósfera asfixiante de cinismo, corrupción, trampas, mentiras, engaños, que están haciendo del entorno político y social un territorio tóxico, infeccioso, cochino, del que no podemos ni debemos huir aunque a veces lo quisiéramo­s en defensa legítima.

Todos los sondeos de opinión coinciden al retratar un estado significat­ivo de la voluntad general, al menos hasta ayer. Desde mi propio punto de vista, muestran los resultados deseables. Los candidatos conjugan sentido común, buena fe, capacidade­s y competenci­as, vocación de servicio, experienci­a, conciencia de la gravedad del momento histórico, responsabi­lidad y carácter. Entre todos pueden formar una verdadera gran coalición, si, además, he notado que no rehusarían un pacto conciliato­rio. Incluso el fogoso aspirante que se perfila como nuevo líder de la oposición podría aceptar los términos de una suerte de acuerdo sobre lo fundamenta­l. En fin, elegir y votar, es la primera decisión ética en esta semana de reflexión

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