Maduro y su farsa electoral
El régimen chavista dice que casi 7 millones de venezolanos confiaron en Maduro para resolver los problemas acumulados durante los últimos 19 años. La condena internacional es casi unánime.
Las elecciones en Venezuela tenían el resultado definido de antemano. Las apuestas no apuntaban a quién sería el candidato ganador sino a la magnitud de las irregularidades a las que estaría dispuesto a recurrir el régimen para vender la imagen de la “renovación del mandato popular” que extendería por seis años más los 19 ya transcurridos de Revolución Bolivariana.
En febrero de 1999 asumió el poder Hugo Chávez. El país con las reservas de petróleo más grandes del mundo se encuentra hoy, dos décadas después, sumido en la ruina financiera y moral. Millones de venezolanos han huido de su país. A pesar de haber padecido gobiernos corruptos durante décadas, la corrupción durante el chavismo ha roto los récords, ya de por sí intolerablemente altos, de las cleptocracias latinoamericanas.
La abstención superó el 50 por ciento. A pesar de que en las elecciones venezolanas la participación es alta, en esta ocasión no solo la oposición promovió la abstención, sino que pocas personas podían dar crédito a que Nicolás Maduro fuera quien pudiera resolver una crisis dramática sabiendo que el régimen que re- presenta es el que ha tenido el mando durante los últimos 19 años, en el que los problemas y las carencias no han hecho más que aumentar.
Los datos oficiales dicen que Maduro obtuvo 6.711.110 votos, el 68 por ciento de la votación. Salvo el chavismo militante, nadie cree en ese resultado. El otro candidato, Henri Falcón, sabía a lo que se sometía y desde el domingo al mediodía denunció fraude y pide repetir las elecciones. Clama en el vacío.
El discurso oficialista repite supuestas “guerras económicas” promovidas desde el exterior, que serían las responsables de que en Venezuela la economía esté paralizada, las finanzas en la ruina, la industria desaparecida y el comercio apenas subsista en establecimientos de productos básicos, para los que, como en la Cuba de los años 90 del siglo pasado, hay que hacer filas de días enteros para un paquete racionado de alimentos.
Así como en los 90 se hizo célebre, durante la dictadura iraquí de Sadam Husein, el ministro de Información Mohamed Said al-Sahaf, conocido como “Alí el cómico”, por sus delirantes ruedas de prensa y su negación de los hechos evi- dentes, los funcionarios del régimen de Maduro aparecen en intervenciones públicas de verdadera esquizofrenia política. Insultan a la inteligencia pero, sobre todo, insultan la dignidad de los venezolanos que padecen un régimen autoritario que los tiene padeciendo toda clase de privaciones.
Ayer 14 países del continente (entre ellos los más importantes, como Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, México, Perú) reiteraron que no reconocen el resultado y que retirarán sus embajadores de Caracas (Colombia lo retiró hace un año). Estados Unidos ayer anunció que impondrá más sanciones a los dirigentes del chavismo.
Nadie es capaz de aventurar una predicción de hasta cuándo resistirá este régimen. Si Maduro agota este nuevo período hasta 2024, el chavismo ajustaría un cuarto de siglo ejerciendo el poder absoluto. ¿Qué puede esperarse? No será propiamente una reactivación de la economía, ni un retorno de las libertades públicas ni de la libertad de expresión, de empresa o de información. Será, por el contrario, la exacerbación de una dictadura brutal que desconoce todo criterio de humanidad y dignidad de sus ciudadanos