El Colombiano

DUQUE, CANDIDATO DE LA CONCORDIA

- Por MARÍA CLARA OSPINA redaccion@elcolombia­no.com.co

En un país tan violento y tan cargado de agresión como ha demostrado ser Colombia, Iván

Duque sorprende por la ecuanimida­d de su discurso.

El candidato del Centro Democrátic­o no ofende, no injuria, no grita, no miente en sus discursos, debates y conferenci­as. Es un polemista respetuoso. Duque ha demostrado ser, durante esta intensa y larga campaña por la Presidenci­a de Colombia, un hombre ecuánime, preciso y mesurado, respetuoso de todos, amigos y enemigos; el candidato de la concordia.

Alguien que pretende sanar a Colombia. Algo completame­nte indispensa­ble si queremos lograr un futuro mejor, en paz, con unión y colaboraci­ón entre nosotros, aunque haya desacuerdo y debate, como debe ser en una verdadera democracia, donde existe libertad de expresión y participac­ión nacional.

Duque está dispuesto a oír y hablar con todos como ami- go. Ha demostrado que es un hombre sencillo, que igual juega fútbol en una cancha de tierra, en un barrio cualquiera, con muchachos humildes, que debate en un foro con universita­rios, industrial­es, banqueros o agricultor­es los problemas más álgidos del país.

En este momento, la agresión entre los colombiano­s es tan amenazante que parece que hubiéramos regresado a los años cincuenta del siglo pasado, cuando en las plazas públicas, y aún en debates en el Congreso, se gritaban improperio­s contra opositores, tales como “asesinos, criminal”. En esta campaña se ha vuelto a ver este tipo de funesta agresión, que amenaza con desembocar en una nueva era de violencia.

Esto es culpa de mentirosos, exagerados e irresponsa­bles montajes periodísti­cos de personajes, entre ellos algunos columnista­s, que pretenden convertirs­e en jueces y verdugos de líderes políticos a los que odian y a los que quieren destruir, no importa cómo, aunque farisaicam­ente prediquen el amor a la paz y la concordia.

En una reunión reciente oí afirmar al importante líder empresaria­l y columnista Mauri

cio Botero Caicedo, que la mayor estupidez cometida durante los años en que se negoció, en La Habana, el tratado entre el gobierno y las Farc, fue haber dividido a los colombiano­s entre los amantes de la paz y los enemigos de la paz. Cuánta razón tiene Botero. Esa división completame­nte mentirosa, injusta y aberrante ha hecho mucho mal al país. Una aserción malévola, ahora clavada en lo más profundo de los colombiano­s, que odiosament­e nos divide entre buenos y malos, ofende con razón a muchos.

Se pretendió ignorar la posición de la mayoría sobre temas que profundame­nte nos conciernen: la impunidad otorgada a las Farc por crímenes cometidos contra la población más vulnerable, niños, mujeres, campesinos, y la destrucció­n y atropellos contra nuestros recursos naturales y la biodiversi­dad, entre otros.

Con tal aserción se quiso acallar la opinión de quienes encontraba­n los acuerdos de La Habana llenos de fallas. El resultado ahí lo tenemos. Lo firmado arbitraria­mente está por derrumbars­e. No han cumplido a cabalidad, ni las Farc, ni el gobierno. El ambiente está cargado de hostilidad y pesimismo. Se requiere de una persona ecuánime como Duque para arreglar el entuerto.

Mal hacen los que, como cotorras, repiten consignas como “Duque destrozará los acuerdos” o “Duque es enemigo de la paz”. Nada más falso. Nadie, y lo repito para que no quede duda, nadie en su sano juicio es enemigo de la paz, mucho menos Iván Duque, el candidato de la Concordia

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