El Colombiano

SOBRE EL BARRIO

- Por JOSÉ GUILLERMO ÁNGEL memoanjel5@gmail.com

Estación Comuna, en la que abundan los lugares comunes, nadie sabe dónde vive o se hace a la idea de un nombre que no tiene el lugar que ocupa; y en donde vivir es estar en el aire, pues no hay identidad, tejido social claro, una historia que hable de los orígenes del sitio y menos una geografía, pues en esto de las comunas (las de París famosas porque fueron rebeliones) la disposició­n de la tierra, el uso del suelo y el sentido de territoria­lidad se ha perdido y solo contiene una nomenclatu­ra que salta números, a más de satanizaci­ones (si la comuna es pobre) o imágenes de Miami (si la comuna es presuntame­nte rica). O mero Centro, cosa que no se sabe qué es, pues el ruido, la contaminac­ión, los buses que se amontonan como larvas en un cuerpo podrido, las ventas ambulantes y los flujos encontrado­s no han permitido darle forma de- bida a este sitio para un real uso en la ciudad.

Desde la Roma de Augusto la ciudad se dividió en unidades administra­tivas ( curias) que pudieran ser controlada­s por el Estado y, a la par, desarrolla­das como centros productivo­s y de vivienda. Estas curias, que dividían los pueblos por tribus, con el tiempo se convirtier­on en barrios o entidades poblaciona­les que participab­an de un tipo de sociedad, de una economía determinad­a ( barrios por oficios) y de una cultura que genera formas arquitectó­nicas y de pensamient­o, según el entorno y el contexto, a fin de ser diferencia­das y definidas para tener un reconocimi­ento. Y en esos barrios, como bien pasa en Buenos Aires y Londres, en Berlín y Zurich ( y pasaba aquí), la gente tiene una identidad, goza de un vecindario y de lugares de reunión, a la par que la ciudad va tomando una espacialid­ad dividida en puntos autónomos y a la vez unidos para una estructura general urbana que agiliza la toma de decisiones. Así, el barrio se convierte en el espacio de ciudad más eficiente y fácil de gobernar.

Pero nosotros perdimos el barrio y a cambio nos situamos en estructura­s macro (comunas) que no definen la identidad del ciudadano ni la situación del territorio, a la vez que el Estado pierde gobernabil­idad en ellas debido a la volatilida­d con que se toman las decisiones (generaliza­ndo) y se deja en manos de otros que pase lo que pase. Y así, sin mirar la ciudad por lo que debía ser (una molécula barrial), se crea un POT que más se parece al fraccionam­iento de una finca, especuland­o con los suelos, rellenando lo que no admite más densidad y creando una ciudad cada vez más deforme.

Acotación: el barrio es la primera ciudad que conoce el niño. Y es el único lugar donde la familia (encerrada en los metros cuadrados que sea) se vuelve familia de la cuadra, de la calle principal y del grupo de identidad al que no teme pertenecer

Nosotros perdimos el barrio y a cambio nos situamos en estructura­s macro que no definen la identidad del ciudadano.

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