SOBRE EL BARRIO
Estación Comuna, en la que abundan los lugares comunes, nadie sabe dónde vive o se hace a la idea de un nombre que no tiene el lugar que ocupa; y en donde vivir es estar en el aire, pues no hay identidad, tejido social claro, una historia que hable de los orígenes del sitio y menos una geografía, pues en esto de las comunas (las de París famosas porque fueron rebeliones) la disposición de la tierra, el uso del suelo y el sentido de territorialidad se ha perdido y solo contiene una nomenclatura que salta números, a más de satanizaciones (si la comuna es pobre) o imágenes de Miami (si la comuna es presuntamente rica). O mero Centro, cosa que no se sabe qué es, pues el ruido, la contaminación, los buses que se amontonan como larvas en un cuerpo podrido, las ventas ambulantes y los flujos encontrados no han permitido darle forma de- bida a este sitio para un real uso en la ciudad.
Desde la Roma de Augusto la ciudad se dividió en unidades administrativas ( curias) que pudieran ser controladas por el Estado y, a la par, desarrolladas como centros productivos y de vivienda. Estas curias, que dividían los pueblos por tribus, con el tiempo se convirtieron en barrios o entidades poblacionales que participaban de un tipo de sociedad, de una economía determinada ( barrios por oficios) y de una cultura que genera formas arquitectónicas y de pensamiento, según el entorno y el contexto, a fin de ser diferenciadas y definidas para tener un reconocimiento. Y en esos barrios, como bien pasa en Buenos Aires y Londres, en Berlín y Zurich ( y pasaba aquí), la gente tiene una identidad, goza de un vecindario y de lugares de reunión, a la par que la ciudad va tomando una espacialidad dividida en puntos autónomos y a la vez unidos para una estructura general urbana que agiliza la toma de decisiones. Así, el barrio se convierte en el espacio de ciudad más eficiente y fácil de gobernar.
Pero nosotros perdimos el barrio y a cambio nos situamos en estructuras macro (comunas) que no definen la identidad del ciudadano ni la situación del territorio, a la vez que el Estado pierde gobernabilidad en ellas debido a la volatilidad con que se toman las decisiones (generalizando) y se deja en manos de otros que pase lo que pase. Y así, sin mirar la ciudad por lo que debía ser (una molécula barrial), se crea un POT que más se parece al fraccionamiento de una finca, especulando con los suelos, rellenando lo que no admite más densidad y creando una ciudad cada vez más deforme.
Acotación: el barrio es la primera ciudad que conoce el niño. Y es el único lugar donde la familia (encerrada en los metros cuadrados que sea) se vuelve familia de la cuadra, de la calle principal y del grupo de identidad al que no teme pertenecer
Nosotros perdimos el barrio y a cambio nos situamos en estructuras macro que no definen la identidad del ciudadano.