¿CÓMO PUEDE ALENTAR A UN PAÍS QUE MATA A SUS CIUDADANOS?
En la primera ronda de la Copa Mundial, hay un fenómeno que se llama “el Grupo de la Muerte”, que se refiere a un agrupamiento de cuatro equipos que son más o menos iguales. Es “mortal” porque incluso un grupo talentoso tendrá difi- cultad avanzando a la fase siguiente cuando se enfrenta a tantos competidores similarmente talentosos. En el 2014, para mi horror, Inglaterra se encontró en tal situación, compitiendo contra Italia, Uruguay y Costa Rica. Por supuesto que fueron eliminados.
El grupo de muerte de este año incluye a Polonia, Senegal, Japón y Colombia, todos descrestadores y más o menos iguales. Pero he estado pensando en otro grupo: al que he estado llamando “el grupo de muerte de los derechos humanos”.
Cuando el sorteo dictó que Rusia, Arabia Saudita y Egipto jugarían unos contra otros, era difícil imaginar a un grupo de países con gobiernos más brutales -incluso según los sombríos estándares de 2018. Bajo el presidente Abdel Fattah el-Sisi, Egipto ha masacrado a manifestantes y disidentes desaparecidos. El Estado ruso no solo mata a los periodistas en casa; parece asesinar a oponentes en el extranjero, también. Arabia Saudita decapitó a casi 50 personas solo en los primeros meses de este año.
“Pero esto es fútbol!”, podrá gritar. “¡Los deportes son para el escapismo! La Copa Mundo es una oportunidad para hacer a un lado estos hechos que matan la alegría durante 90 minutos a la vez”.
Entiendo eso. Cuando los equipos están jugando con un estilo emocionante, es fácil alejar la mirada de asuntos políticos más amplios. Pero incluso en ese entonces, hay momentos que lo regresan a una realidad humillante.
Cuando Rusia marcó su primer gol contra Arabia Saudita en el primer partido del torneo, el presidente Vladimir
Putin se inclinó sobre el regazo del presidente de la FIFA,
Gianni Infantino, para estrechar la mano del príncipe Mo
hammed bin Salman de Arabia Saudita. El Príncipe Mohammed había completado recientemente una gira por los Estados Unidos, durante la cual fue aclamado como un reformador. Cuando llegó a casa, supervisó el arresto de activistas que habían hecho campaña para ponerle fin a la prohibición de conducción a las mujeres. Putin ha pasado el mes anterior fingiendo que no se da cuenta de los llamados a la liberación de Oleg Sentsov, un cineasta ucraniano actualmente en huelga de hambre en una cárcel de Siberia. Ver a los dos líderes buscar en el V.I.P. caja, fue difícil para mí pensar en mucho más. Ver a los dos líderes ser amigos en el palco de VIP, era difícil pensar en otra cosa.
Claro que Rusia, Arabia Saudita y Egipto no son los únicos violadores de derechos humanos en el mundo. (He estado leyendo acerca de los campos de detención de
Donald Trump para niños). Pero no es común que sus líderes tengan buenas oportunidades para tomar fotos a tan gran escala.
Dicho eso, no veo ninguna contradicción en animar al Egipto de Mohamed Salah y criticar al Egipto de Abdel Fattah el-Sisi por encarcelar a
Alaa Abd El Fattah, activista y escritor. Hay mucho más que define a un país que su régimen. En el caso de Salah, vemos una cara de la nación que es audaz, positiva y esperanzada, y cualquier paso que estos jugadores tomen como embajadores de causas progresivas debe ser aplaudido.
El equipo de fútbol de un país puede ser una proyección de poder suave. Pero también creo que puede ser algo más allá de eso. Puede ser una hermosa visión de una nación como sus ciudadanos quisieran que fuera, una señal de lo que puede lograrse cuando personas de diversas proveniencias se unen para el bien común. Y con trabajo y suerte, esa imaginación puede convertirse en realidad
El equipo de fútbol de un país puede ser una proyección de poder suave. Una señal de lo que puede lograrse cuando personas de diversas proveniencias se unen para el bien común.