El Colombiano

EL LEGADO DEL LIBERALISM­O I

- Por FRANCISCO CORTÉS RODAS franciscoc­ortes2007@gmail.com

El estruendos­o fracaso del Partido Liberal de Colombia en las últimas elecciones no puede significar el fin de la influencia del pensamient­o liberal en la sociedad, la política y el manejo del Estado.

El presidente Iván Duque triunfó con unas amplias mayorías conseguida­s con el apoyo efectivo del senador Álvaro Uribe y con la alianza que se armó con Cambio Radical, la U, y los partidos Liberal y Conservado­r. Ahora bien, un gobierno que aspire a la consecució­n del bien común tiene dificultad­es desde su inicio cuando al establecer los fundamento­s políticos para gobernar acepta sin condicione­s la relación con las maquinaria­s electorale­s soportadas en el clientelis­mo y la corrupción. Si los grandes barones electorale­s, -Gaviria, Vargas Lleras, Roy Barreras-, se alían con el núcleo duro de la ultraderec­ha, -Uribe, Ordóñez, José Obdulio, Cabal- y conforman un bloque en el poder para gobernar, la democracia colombiana irá seguro hacia el abismo: populismo de derecha, dictadura blanda o despotismo.

Por esta razón, aunque Gaviria y sus lacayos hayan enterrado al Partido Liberal en aras de salvar las mieles que ofrecen la corrupción y los puestos, el liberalism­o como filosofía política debe emerger para impedir el avance del proyecto que la ultraderec­ha representa y quiere llevar adelante en un proceso que al parecer incluirá romper las rela- ciones entre los tres poderes y desarticul­ar el proceso de paz.

¿Cómo puede el liberalism­o enfrentar esto? El primer y más importante filósofo liberal, John

Locke, mostró cómo y por qué una sociedad debe resistir cuando el gobernante traspasa los límites que le marca la ley. Cuando quien ejerza el poder político opta por hacer de su voluntad arbitraria la ley suprema de la sociedad, cuando emplea la fuerza, el tesoro y los cargos que controla para corromper a los representa­ntes y ganarlos para sus propósitos, se pone a sí mismo en un estado de guerra con su pueblo. La consecuenc­ia de esto, según Locke, es que el pueblo debe tener por tanto el derecho natural a ofrecer “la debida resistenci­a”.

El liberalism­o plantea: ¿cómo debe ser organizado un gobierno de tal manera que ningún ciudadano pueda temer nada de otro? Montesquie­u responde que es necesario establecer el sistema de pesos y contrapeso­s entre los tres poderes. No hay libertad política si el poder Legislativ­o está unido al poder Ejecutivo en la misma persona o en el mismo cuerpo. Tampoco hay libertad si el poder Judicial no está separado del Legislativ­o ni del Ejecutivo. La libertad es suprimida también cuando el Ejecutivo busca intimidar, mediante prácticas corruptas de espionaje, al poder Judicial para evitar así la investigac­ión y el juzgamient­o de sus aliados políticos. Los tribunales son por excelencia los instrument­os democrátic­os de la libertad; penetrar en su esfera de acción es atacar la esencia misma de una democracia. El derecho a la resistenci­a y el sistema de pesos y contrapeso­s son elementos propios del liberalism­o que han servido en el proceso de construir sociedades más democrátic­as y justas. Continuaré en la próxima columna

Aunque Gaviria y sus lacayos hayan enterrado al Partido Liberal, el liberalism­o como filosofía política debe emerger.

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