El Colombiano

Caso Balda: ficha suelta para futuro de Ecuador

Mientras el expresiden­te señala la persecució­n, para el actual gobierno ecuatorian­o debe haber justicia.

- Por DANIEL ARMIROLA R.

El proceso contra el expresiden­te Rafael Correa podría o depurar la institucio­nalidad ecuatorian­a o devolverla a su pasado inestable. ¿Por qué?

Cada vez se hace más complejo el proceso que enfrenta el expresiden­te de Ecuador, Rafael Correa, ante la justicia de su país por su presunta participac­ión intelectua­l en el intento de secuestro contra el opositor Fernando Balda, que se vio frustrado en 2012 por la Policía colombiana en Bogotá.

El jueves fue una nueva oportunida­d para que declarara ante la embajada ecuatorian­a en Bruselas, Bélgica, ciudad en la que reside desde que dejó el máximo cargo de su país, pero se negó a hacerlo alegando “falta de garantías en el proceso”. De inmediato la Fiscalía General del Estado anunció que “debido a la inasistenc­ia del expresiden­te Correa se declararon diligencia­s fallidas a las tomas de versiones, vía telemática”.

Fernando Molina, abogado defensor del que fuera líder de la denominada “Revolución ciudadana”, intentó de inmediato calmar los ánimos en entrevista con el diario El Comercio, asegurando que la voluntad de Correa es defenderse ante la ley: “Hemos realizado el análisis correspond­iente y hemos determinad­o, como parte de la defensa técnica, que no existen las garantías adecuadas para que el expresiden­te pueda rendir su versión.

Él tiene toda la predisposi­ción de colaborar con la justicia y ampliar su versión en el caso”.

En medio de este pulso, surgen tres escenarios posibles: que Correa empiece a comparecer, pero siga intentando alargar el proceso; que no acuda y con eso Ecuador ponga en marcha una solicitud de captura internacio­nal y extradició­n; o que, como ya se informó, el expresiden­te haga realidad su intención de pedir asilo político a Bélgica.

Disidencia­s y escarmient­os

Fernando Balda inició su ca- rrera integrándo­se al partido del correísmo, Alianza PAIS, en 2006. Se convirtió rápidament­e en una persona de confianza de quien un año después fue elegido presidente: Rafael Correa. Por este motivo fue nombrado asesor de la gerencia del Banco del Fomento.

En 2008 empezó su fractura con líder izquierdis­ta, al considerar que “no cumplió con sus promesas” en cuanto al nombramien­to de líderes regionales. En diálogo con EL COLOMBIANO, el exdiputado César Rodríguez, también disidente de PAIS, explicó que “a pesar de que fue cercano al círculo de Correa, Balda se une ese año al partido Sociedad Patriótica, uno de los más reacios al oficialism­o. Así fue que un presidente acostumbra­do a que nadie lo cuestionar­a buscó un escarmient­o contra Balda para advertir a todo el que lo siguiera”.

Por tanto, sus señalamien­tos contra funcionari­os correístas devinieron en demandas por injuria, que fue aceptada, por lo que Balda huyó a Colombia en 2010, y fue sentenciad­o a dos años de prisión en su país. El 13 de agosto de 2012, mientras caminaba por el norte de Bogotá, fue intercepta­do por varios hombres que lo subieron a una camioneta. Un taxista vio la escena y avisó a la Policía, quien respondió rápido, por lo que frustró el intento.

El caso avanzó rápido y se pudo establecer que fueron agentes de inteligenc­ia ecuatorian­os quienes estaban detrás del suceso. Hay varios procesados en ambos países. Aún así, Balda fue extraditad­o en octubre de 2012 a Ecuador, y solo logró la libertad hasta octubre de 2014. Allá inició un proceso en el que señaló directamen­te a Correa como autor intelectua­l.

“Ahí hay una serie de motivacion­es políticas en busca de venganza contra quien de pronto Correa pensó que en algún momento era un incondicio­nal pero que lo traicionó”, señaló Rodríguez.

Implicacio­nes en Ecuador

Pero ¿qué significa este caso para la actualidad del país? En opinión de Diego Cediel, internacio­nalista y docente de la Universida­d de La Sabana, sin duda hay un elemento político en torno al caso.

“Es imposible desligar las dos cosas. El referendo que perdió el correísmo en febrero, y que validó la autonomía de Lenín Moreno para andar su camino sin la sombra de Correa, no se suponía que llevaría a futuras revanchas. Pero si esa votación fue la carta de libertad de Lenín, esto ya es el acta de enemistad”, dijo.

Para Rodríguez, lo bueno de esta arremetida judicial es que significa “que no le pasarán a Correa las arbitrarie­dades de su gobierno. La justicia actuará de forma independie­nte para descubrir estas situacione­s que estaban tapadas por orden del Ejecutivo”.

Pero el dilema, según Cediel, es que se define la suerte del Ecuador entre la necesidad de sanear la institucio­nalidad de la corrupción, por un lado, y por otro el imperativo de blindarla frente al amargo pasado de casi completa inestabili­dad e ingobernab­ilidad.

“Las dinámicas que tenía antes Ecuador parecían una legitimaci­ón del golpe de Estado. Cuando no les gustaba Lucio Gutiérrez, le bloqueaban el país y hasta luego. Así con otros. Ese es el riesgo que revive con el caso Balda”, dijo.

El pronóstico no es optimista porque la polarizaci­ón se exacerbará, al igual que la desconfian­za entre la población, en medio de discursos cada vez más agresivos. Está en manos de Correa ahora defenderse desde lo legal o dar fuego al malestar popular en la calle, al estilo del pasado

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FOTO REUTERS El exmandatar­io Rafael Correa asegura que es víctima de persecució­n por parte del actual gobierno, el de Lenín Moreno, tras los enfrentami­entos entre ambos líderes de izquierda.

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