Anatomía de un crack, ¿talento o disciplina?
La presencia de los mejores jugadores del mundo en Rusia revive el eterno debate sobre si el futbolista nace o se hace.
En España, único país que se dio el lujo de tener a tres de los cuatro que han sido considerados como los mejores futbolistas de la historia ( Johan Cruyff, Diego Maradona y Lionel Messi), pervive aún en bares, calles y tribunas la historia de un jugador, de quien dicen, fue más brillante que estos (incluyendo a Pelé y cualquier otro que se le ocurra al lector). O, más bien, tenía todo para ser el mejor, pero no le dio la gana o no pudo, coinciden quienes lo vieron jugar. Se llama Jorge Alberto González, a quien apodaban “El Mágico”. Del salvadoreño aseguran que fue el más talentoso en la historia del fútbol, gracias a una condición innata que le permitó desarrollar velocidad, agilidad, técnica, capacidad de reacción y una inteligencia espacial exclusiva. Todo, sin asomo mínimo de preparación atlética y una proverbial indisciplina, que incluía toda clase de bacanales. El mismo Diego Maradona, quien compartió con él durante un campamento de pretemporada con el Barcelona en 1984, y militó en la misma liga, diría, tiempo después, que nunca vio a un jugador con la técnica del salvadoreño.
“Queríamos imitar lo que hacía ‘El Mágico’ y no podíamos”, confesó.
Por estos días de Mundial, surgen eternos debates. Uno de estos ¿qué predomina en el fútbol actual: el talento innato o la disciplina?
Para Armando Quintero, consumado deportólogo de Coldeportes, la respuesta está a mitad de camino entre ambos aspectos.
“Hoy el listón está más arriba en el deporte de alto rendimiento. De ahí que en los últimos años veamos deportistas más veloces, fuertes y habilidosos ”, explica Quintero.
Para mantener ese nivel, advierte el especialista, el rigor al cual se exponen los deportistas supera, muchas veces, los límites físicos y mentales, aún de los más dotados”.
¿Soltar o amarrar?
Laura Arias, sicóloga deportiva que atiende a futbolistas, en actividad o no, apunta acerca de la importancia del equilibrio entre la disciplina colectiva, en la cual están inmersos los jugadores, y su desarrollo individual.
“A veces, por el rigor de la competencia y la funcionali- dad que debe tener un futbolista dentro de un esquema, se relega la creatividad a un segundo plano”, señala.
“Entre los jugadores activos que atiendo, el temor al error es un factor común. Hay una predisposición a resguardarse en el equipo y a evitar la figuración”, asegura Arias.
Y complementa: “Un futbolista es, en esencia, un artista del balón y como tal, requiere una dosis importante de individualidad que, veo poco en el fútbol actual”.
El concepto de Arias coincide con el del siempre visionario técnico argentino Marcelo Bielsa, hace cinco años, cuando dirigía al Bilbao, en medio de una icónica conferencia ante aprendices de entrenadores.
“Nos lamentamos por la extinción de los talentosos, de los genios de este deporte. Pero apenas podemos los metemos en unos esquemas rígidos y les ponemos en la cabeza la idea de que solo basta ganar. Que nadie va a un estadio a ver una gambeta si esta no sirve para irse a casa con un triunfo”, declaró en aquel encuentro este precursor de una visión lírica del fútbol.
De la anécdota al hecho
Cristiano Ronaldo encarna la perspectiva de Bielsa como pocos.
El portugués tuvo un interesante desarrollo deportivo desde que llegó al Manchester United a los 17 años, hasta la cumbre de su carrera en el Real Madrid y que aún mantiene a los 33 años.
Cuando jugaba en Manchester, el luso exhibía una figura delgada, de extremidades largas y su estilo de juego era alegre, proclive a las gambetas. Allí dejó cifras “normales”: 118 goles en 292 juegos y 0,40 goles por partido, cifras de un jugador “promedio”.
Cuando pasó al Real Ma-
drid, Ronaldo tuvo un cambio futbolístico y físico trascendental. Alcanzó los 85 kilos de peso, con abundante masa muscular y capacidades excepcionales: sus saltos alcanzaron los 78 centímetros, altura cercana a la media de un jugador de la NBA.
Su carrera corta, por ejemplo, alcanza los 25 metros en 3,61 segundos. Sus disparos han llegado a los 120 km/h (el de un futbolista promedio es de 85 o 90km/h) y en los últimos seis años pasó de ganar del 40% al 60% de los balones que disputa vía aérea.
Todos estos rendimientos, que constan en estadísticas de los diferentes torneos que disputa y en estudios sobre fútbol y medicina deportiva, los logró con un régimen riguroso de entrenamiento.
Recientemente, el inglés Río Ferdinand, excompañero de Ronaldo en el United, contó, en medio de los comentarios que realiza para Sky Sports con motivo del Mundial, una anécdota que refleja la transición de Ronaldo de un jugador talentoso, pero promedio, al excepcional atleta exitoso en el que se convirtió.
“Una vez tras un entrenamiento me invitó a su casa a almorzar. Solo había pollo, ensalada y agua. Luego, me pidió que nadáramos algunos cientos de metros en su piscina. Y que entrenáramos disparos y algunos movimientos en su cancha. Tiene una mentalidad temible como competidor”, contó el exdefensor.
El alma suramericana
Del otro lado están Neymar y Lionel Messi, que conforman el tridente actual como los mejores del mundo.
Los dos comparten cosas que, a la vez, los distancia del portugués.
Además de su magnífico y singular talento para jugar al fútbol, Neymar y Messi coinci-
den, gracias a su origen suramericano, unas condiciones psicosociales que marcaron no solo su estilo de juego, sino la forma de cómo asumir sus carreras profesionales.
El mismo “Leo” contó en el documental que realizó el Barcelona tras su debut, que lloró varios meses por tener que dejar Rosario, su ciudad natal, para vivir en un ambiente tan diferente como la cosmopolita capital catalana.
Además, confesó que nunca fue bueno para regirse por la disciplina de la insitución “Vivía a 10 metros del club y siempre llegaba tarde al entrenamiento”.
Sin embargo, alcanza los 32,5 kilómetros por hora ¡con el balón en los pies! algo que nunca nadie logró en la historia de este deporte. Y no le faltan méritos, pese a que, al parecer, nunca ganará un Mundial, para ser considerado el mejor.
Neymar, por su parte, es un rebelde, que pese a ser millonario desde los 14 años, aún disfruta desairando a sus rivales con un regate precioso y, a veces, ofensivo. Representa un virtuosismo natural de los brasileños, propios de las playas y las geografías barriales irregulares. El suyo es un caso similar. Su excompañero en el Barca, el croata Iván Rakitic, confesó que nunca había conocido un futbolista tan “vago” para el entrenamiento y la preparación física.
Al final, todo parece orientarse a que el punto de equilibrio es la única vía que el talentoso perdure y el fútbol mantenga su noción de espectáculo.
A lo mejor puede que no sea como indican los pesimistas del deporte que advierten la extinción del talentoso. Quizás, muchos de los que surgen carecen de lo que le faltó al “Mágico” González para ganarse su lugar en la historia