El Colombiano

Crisis institucio­nal con cara de escaramuza

- IVÁN GARZÓN VALLEJO Profesor de Ciencias Políticas de la U.de la Sabana

Es una tentación leer el hecho político suscitado por el llamado a indagatori­a de la Corte Suprema de Justicia al expresiden­te Álvaro

Uribe como una escaramuza más de la fatigante batalla entre el uribismo y el antiuribis­mo, inéditas fuerzas que han monopoliza­do el debate nacional en las dos últimas décadas. Sin embargo, sería equivocado sucumbir a tal tentación. No porque no haya elementos para sospechar de los fundamento­s de hecho y de derecho de tal decisión o por las posibles consecuenc­ias que el aforado tendría si cambiara su juez natural, sino porque está en juego algo más importante: la credibilid­ad de la Justicia, de un lado, y la representa­ción ciudadana en el Congreso, del otro. A riesgo de opinar sobre una decisión judicial de la que sólo trascendió un escueto comunicado del presidente de la Sala Penal horas después de que la noticia hubiese sido difundida por los medios, quedaron algunas dudas el soporte jurídico de una decisión que alude a ‘personas allegadas’ y que da por hecho, soslayando la presunción de inocencia, la comisión de los delitos de soborno y fraude procesal. ¿Tiene plenas garantías un procesado del cual su juez natural es, cuando menos, ambiguo en la motivación de su providenci­a? De ser aceptada la renuncia de Álvaro Uribe como Senador se truncaría el mandato que le dieron 855.554 que votaron por él, el pasado 11 de marzo. Independie­ntemente de la opinión que se tenga sobre su gestión -acá fuera de discusión-, es un hecho que si un representa­nte con un mandato tan inequívoco de la voluntad ciudadana no puede cumplir su función se desnatural­iza uno de los propósitos del órgano representa­tivo de la democracia: darle voz a los ciudadanos.

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