El Colombiano

MOCKUS Y EL ADN NACIONAL

- Por ARTURO GUERRERO arturoguer­reror@gmail.com

En el ADN del pueblo está el significad­o de la expresión “hablar a calzón quitao”. Es un dicho, una ocurrencia cuyo sentido no exige explicació­n. Cualquier andante de calle lo comprende, aunque no tenga estudios ni sepa el origen de semejante obviedad. Pues bien, Antanas

Mockus pasó del dicho al hecho. Y desde que habló literalmen­te a calzón quitao, el país no se ha fijado en nada más. Tiró por tierra el debut de los comandante­s senadores de las Farc, los 64 trinos atropellad­os del apoderado eterno, todos los discursos.

Hay quienes lo critican por usar un símbolo de hace 25 años. Dizque el país cambió y hoy ese gesto está gastado. ¿Gastado? Se podría asegurar que no hay colombiano que no haya comentado el caso en los recientes cinco días. El instante resonó en todo el planeta, hoy sí aldea global.

Hay quienes le reprochan por utilizar indecencia en el templo sagrado desde donde se derraman todas las indecencia­s nacionales. Basta martirizar­se con el estilo brutal de las asambleas de propietari­os, para sentir que son calco de las camorras de los padres de la patria.

Hay quienes le exigen al filósofo y matemático que apele al lenguaje de la razón y no a payasadas propias de un loco o de un decrépito. Estos por lo menos dan en el núcleo del asunto. En efecto, la garrotera en torno de la bajada de calzones de Mockus tiene que ver principalm­ente con el lenguaje.

¿ Cómo se expresa el no- vel senador? Con vasos de agua, con elefantes nupciales, con rayas de cebra, con capas de Superman, con perinolas, con mimos, con nalgas al aire. Este es su verbo. Su delirio, adherido al alma de esta nación delirante.

Gracias a esta jerga salió de la Universida­d Nacional, directo al segundo cargo del poder. Luego a ganar las elecciones presidenci­ales si lo hubieran dejado, luego a ser el senador más votado en Bogotá y el segundo en el país.

El perfil de los que han votado perseveran­temente por él es un quebradero de cabeza para encuestado­res y analistas. Él mismo ha sido una incógnita, sencillame­nte porque el ADN del país ha sido una despreciab­le incógnita para los dirigentes del país.

No obstante, merced a su pantomima, es el más alto símbolo de decencia y ética política. El hombre de la calle comprende entre sonrisas su lenguaje de teatro y poesía, la firmeza de unas conviccion­es expuestas desde su lenta lengua de trapo y analogías

La garrotera en torno de la bajada de calzones de Mockus tiene que ver principalm­ente con el lenguaje.

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