MOCKUS Y EL ADN NACIONAL
En el ADN del pueblo está el significado de la expresión “hablar a calzón quitao”. Es un dicho, una ocurrencia cuyo sentido no exige explicación. Cualquier andante de calle lo comprende, aunque no tenga estudios ni sepa el origen de semejante obviedad. Pues bien, Antanas
Mockus pasó del dicho al hecho. Y desde que habló literalmente a calzón quitao, el país no se ha fijado en nada más. Tiró por tierra el debut de los comandantes senadores de las Farc, los 64 trinos atropellados del apoderado eterno, todos los discursos.
Hay quienes lo critican por usar un símbolo de hace 25 años. Dizque el país cambió y hoy ese gesto está gastado. ¿Gastado? Se podría asegurar que no hay colombiano que no haya comentado el caso en los recientes cinco días. El instante resonó en todo el planeta, hoy sí aldea global.
Hay quienes le reprochan por utilizar indecencia en el templo sagrado desde donde se derraman todas las indecencias nacionales. Basta martirizarse con el estilo brutal de las asambleas de propietarios, para sentir que son calco de las camorras de los padres de la patria.
Hay quienes le exigen al filósofo y matemático que apele al lenguaje de la razón y no a payasadas propias de un loco o de un decrépito. Estos por lo menos dan en el núcleo del asunto. En efecto, la garrotera en torno de la bajada de calzones de Mockus tiene que ver principalmente con el lenguaje.
¿ Cómo se expresa el no- vel senador? Con vasos de agua, con elefantes nupciales, con rayas de cebra, con capas de Superman, con perinolas, con mimos, con nalgas al aire. Este es su verbo. Su delirio, adherido al alma de esta nación delirante.
Gracias a esta jerga salió de la Universidad Nacional, directo al segundo cargo del poder. Luego a ganar las elecciones presidenciales si lo hubieran dejado, luego a ser el senador más votado en Bogotá y el segundo en el país.
El perfil de los que han votado perseverantemente por él es un quebradero de cabeza para encuestadores y analistas. Él mismo ha sido una incógnita, sencillamente porque el ADN del país ha sido una despreciable incógnita para los dirigentes del país.
No obstante, merced a su pantomima, es el más alto símbolo de decencia y ética política. El hombre de la calle comprende entre sonrisas su lenguaje de teatro y poesía, la firmeza de unas convicciones expuestas desde su lenta lengua de trapo y analogías
La garrotera en torno de la bajada de calzones de Mockus tiene que ver principalmente con el lenguaje.