CARTA AL PRESIDENTE ELECTO EL ÚLTIMO ABRAZO
Señor Iván Duque, le escribe un joven, como tantos, de veinte años, como tantos, que anhela ser un buen periodista, como pocos. Le escribo por los muchos campesinos, ancianos, obreros, desempleados y jóvenes como yo, que, lamentablemente, no tienen la forma de llegarle más que con estas palabras. Sepa usted que esta misiva lleva una causa común: la de Enrique, María, Álvaro, Antonia, Juan y todos los colombianos que se sientan identificados leyéndola.
Espero que su cargo, ese que se infla como un globo de helio en época electoral, no le haga olvidar, después de posicionarse, a los que a diario viven en la miseria, en la pobreza extrema, en La pavorosa represión de las fuerzas estatales de Nicaragua, acompañada por paramilitares orteguistas armados y encapuchados, que ha ocasionado más de 350 muertos en 100 días, logró una condena amplia en el continente. A excepción de Venezuela y Bolivia -como era de esperarse- la mayoría de los gobiernos americanos insisten en que Daniel Ortega y su esposa,
Rosario Murillo, deben irse y permitir elecciones cuanto antes, pues, según las discusiones adelantadas en la OEA, no hay posibilidad de que el Frente Sandinista de Liberación Nacional continúe en el poder, tras aferrarse a él con intimidación y asesinatos.
La pareja presidencial nicaragüense vive en una realidad alternativa, similar a la creada los sistemas digestivos de las ciudades capitales. No olvide, por favor, que nuestro problema, desde siempre, ha sido la causa de una abismal desigualdad de clases que tienen mucho o muy poco. Usted es tan humano como yo, por eso sabrá comprender las anteriores palabras; con todo lo que ellas implican.
Terminar con el conflicto armado va más allá… Sí, más allá: a ese campo invisible que la sociedad solo recuerda cada vez que un don José se hace famoso. Allá está el olvido del Estado. Esa es nuestra gran deuda. Créame que dentro de las montañas profundas y selvas espesas, hay muchas personas que han sufrido lo suficiente, como para en Caracas por Nicolás Maduro, en la cual el pueblo los acompaña y las calles respiran ya, tras sus arremetidas a balazos, tiempos de paz y reconciliación. “Volvimos a la normalidad”, dijo la desquiciada primera dama mientras medios de comunicación del mundo entero transmiten las imágenes de ciudades con barricadas, muertos en las esquinas y ventanas cerradas a punta de pánico.
Parece a estas alturas imposible no ver cómo se reflejan el uno en el otro y cómo se cubren sus desmanes con la única intención de mantener los privilegios de su mandato. Pero ese hilo de complicidad asesina que une a los gobiernos de Ortega y Maduro, delirantes en sus discursos conspiranoicos, incapaces de la au- que sus hijos solo encuentren, en los próximos cuatro años, alternativas únicas de un futuro en el ejército. Por parte de los jóvenes, anhelamos que la muerte de colombianos pare. Haga suya la causa para que no muera un líder social más. Ellos son el pilar fundamental para que en los territorios se desarrollen las labores de restitución, derechos y deberes que el Estado tiene pendientes.
Por eso, después de lo anterior, piense en los que ganan más poco, en los que no tienen la oportunidad de soñar ni de viajar cada medio año, en los que su vida vale menos –como lo decía Eduardo Galeano– que la bala que los mata: los nadie, esos que en esta patria, desde que los tocrítica, corruptos y favorecedores de una élite que acaba con sus países, puede ser también el que los amarre a su fin.
La reacción contra Nicaragua de los gobiernos americanos, mucho más rápida que en anteriores ocasiones con lo ocurrido en Venezuela, de- españoles nos saquearon, somos mayoría. Comprendo que su cargo estará destinado a fuertes y duras críticas, de periodistas, de políticos de izquierda y de centro; esa es la política, pero usted, si hace bien las cosas, será recordado por la historia; de lo contrario, solo lo espera la vergüenza. Aunque no comparto muchas de sus propuestas ni de su ideología política, le auguro unos buenos cuatro años de gobierno muestra un cambio en el sentido político del continente, acelera el aislamiento de los dos regímenes y adelanta el reloj para la hora final de ambos. A estas alturas no se puede ser crítico con uno y condescendiente con el otro.
Las máscaras de esas falsas izquierdas, dictatoriales y corrompidas, ya están en el suelo y sus líderes mostraron, una vez más, la cara real que por tanto tiempo han denunciado sus ciudadanos, aún cuando algunos preferían no mirar. No es lógico, al ver lo que se ve hoy, defender como democracia posible lo que ocurre en las calles de Masaya o en los mercadillos de Caracas. Pareciera que ambas tiranías se abrazaron para hundirse al mismo tiempo
La reacción contra Nicaragua de los gobiernos americanos, demuestra un cambio en el sentido político del continente.