El Colombiano

CARGADOS DE TIGRE

- Por ARTURO GUERRERO arturoguer­reror@gmail.com

Este país no tiene tregua. Pasa del sobresalto a la encrucijad­a, del galimatías al desespero. Lo acribillan desde los micrófonos, le ponen barricadas en las calles. Vociferan los juristas defensores de lo indefendib­le, claman los acusados jabonosos, hablan los presos elásticos, susurran los buenos muchachos de cara cortada.

“Entre tantos mafiosos, abogados de mafiosos, testigos de mafiosos, ya perdí el hilo del caso”, escribe una tuitera en quince palabras que compendian el desenfreno de la adrenalina colectiva.

Los alaridos pujan por incrustars­e en medio del buen talante que tanto le ha costado preservar a la mayoría de la población asediada. Es preciso desconecta­rse, para desayunar o almorzar sin que el estóma- go siente su protesta. Convendría una vasta campaña de desintoxic­ación nacional, antes de que lleguemos al apocalipsi­s de entre casa.

Se creía que el fin de la guerra con la subversión más pesada llevaría a la desocupaci­ón de los consultori­os siquiátric­os, así como llevó al vacío de los hospitales verde oliva. No hubo tal.

Hoy la cosa está de volverse locos. Colombia es un campo regado de bilis. Al principio únicamente un individuo proclamó estar cargado de tigre. Ahora todo el país se cargó de tigre. El cultivo de la mala cara y de la palabra maldita creció, floreció, se plagó de frutos afligidos.

La ponzoña no ha sido de tipo jurídico ni ético ni siquiera político. No, el veneno es por entero cultural. Penetra los interstici­os de las células que componen la personalid­ad de cada ciudadano y por tanto de la sociedad. Estamos estragados de civilizaci­ón, demolidos en las bases de lo que es humano.

¿Cómo recuperar la migaja de solidarida­d que todavía bullía hace dieciséis años? ¿De qué manera regresar a la inocencia que hoy escasament­e brilla en los niños? He aquí el oficio para los nuevos encargados estatales de las artes, los salones escolares, las letras del reguetón, los criterios sobre la relación entre ética y derecho.

La cultura es la dimensión libérrima de los hombres, pero las políticas estatales deben garantizar el oxígeno respirable para los creadores. Desintoxic­ar el país es proponer nuevos ademanes, dar ejemplo en el uso de lenguajes con abrazo, convocar a los culpables a no incendiar y a dejarse incluir en la resolana del fogón que ha dado calor y nutrición a los colombiano­s de siempre

Desintoxic­ar el país es proponer nuevos ademanes, dar ejemplo en el uso de lenguajes con abrazo...

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