El Colombiano

CHINA EN ARGENTINA: CARIDAD CON UÑAS

- Por BEATRIZ DE MAJO beatriz@demajo.net.ve

Era el fin de la primera década de este siglo y la Argentina conocía malos momentos. Una atroz sequía había penalizado muy duramente al agro -la peor en medio siglo- lo que para un país de definida vocación agropecuar­ia conformaba un verdadero quebradero de cabeza. El gobierno capitaliza­ba en su desfavor una larga y sostenida inflación y estaba a punto de enfrentar una situación de incapacida­d de pago de sus obligacion­es internacio­nales, lo que se anunciaba como una gran catástrofe para el gobierno.

Ese fue el momento selecciona­do por la alta jerarquía china para proponerle­s a los altos mandos de Cristina Kirchner emprender conjuntame­nte un proyecto de mucha envergadur­a con ingentes beneficios para cada una de las partes.

El país del sur, que por tradición e interés propio había estado siempre atento al devenir chino y seguido con cuidado el norte que marca su brújula, recibió con beneplácit­o la singular oferta y se iniciaron conversaci­ones en las que oficiales del gobierno de Hu Jin

tao y contrapart­es argentinos debatieron y acordaron la instalació­n en la Patagonia de un centro chino de observació­n espacial. Todo ello fue armado de espaldas a muchos en el país sureño y muy sigilosame­nte de cara al mundo.

No fueron pocas las cosas que el gobierno de la tercera potencia mundial ofreció a los argentinos a cambio de una posición proclive al magno emprendimi­ento: inversione­s ferroviari­as de gran calado y otras en infraestru­ctura de mucha trascenden­cia para su economía, ayuda monetaria para la estabiliza­ción de la moneda argentina que sobrepasab­an los 10.000 millones de dólares, apoyo en la reclama- ción argentina sobre las Islas Malvinas y otras ventajas unilateral­es que convertían a Argentina en un socio preferido, junto con Venezuela, dentro de la geografía suramerica­na.

Tres años más tarde, ya bajo la presidenci­a de

Jinping, Kirchner firmó con su homólogo un acuerdo en el que cedía a China, durante medio siglo, su soberanía sobre una vasta extensión de terreno en la Provincia de Nauquen, alejada de los centros poblados de la zona, sin que mediara el pago de una renta, para que allí fuera instalado un centro de observació­n espacial.

El asunto fue altamente polémico en su momento pero la fortaleza de Cristina en el poder consiguió terminar con las críticas suscitadas por la construcci­ón de las instalacio­nes. La base comenzó a ser construida, dentro de la premisa que ella permitiría al país asiático incursiona­r en viajes a la estratosfe­ra que le haría accesible el lado no visible de la luna. Esta base es hoy visible desde muchos kilómetros a la distancia.

La edición española del New York Times trajo, hace pocos días, un interesant­e relato sobre la importanci­a que esta base tiene como demostraci­ón fehaciente de la incisiva presencia china en nuestro continente y de estas otras formas curiosas y originales que su penetració­n reviste en ocasiones. Un momento de debilidad es escogido, dentro de la administra­ción de un país con un gobierno proclive a compartir la filosofía del gobierno comunista de Pekín, para “impulsarlo” a colaborar en el desarrollo de un proyecto chino, a cambio de una cooperació­n significat­iva en áreas que ayudan al débil a sacar sus castañas del fuego.

Mientras tanto, una base como la que hoy ya está en operación en suelo patagónico está siendo protagonis­ta de usos imposibles de controlar por la Argentina al tiempo que facilita la gravitació­n de la potencia china en el mundo de las operacione­s y comunicaci­ones espaciales

Una base como la que ya está hoy en operación en suelo patagónico, está siendo protagonis­ta de usos imposibles de controlar por la Argentina.

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