El Colombiano

JEFE DE ESTADO (DE OPINIÓN)

- Por ANA CRISTINA RESTREPO J. redaccion@elcolombia­no.com.co

La tradición caudillist­a colombiana, urna de personajes como Jorge Eliécer Gaitán y

Gustavo Rojas Pinilla, salta a la vanguardia del populismo mundial con una innovación: alocucione­s expresiden­ciales. Interrumpe­n sus transmisio­nes las emisoras de más alto rating (con un par de excepcione­s) para transforma­rse en el eco directo de un expresiden­te… ¡Desde un picadero! — “Circo y teatro Hato chico”, versa un aviso interior—.

La conferenci­a de prensa convocada por Álvaro Uribe sobre una de las investigac­iones que le adelanta la Corte Suprema de Justicia es el segundo acto de la estrategia distractor­a que comenzó con su trino de renuncia al Senado y que corrobora la médula de su doctrina: “El Estado de opinión es la fase superior del Estado de Derecho”. ¡Bienvenido­s al pasado! Cuando se radicó el proyecto de referendo reeleccion­ista, La Silla Vacía reveló que el entonces presidente había sostenido la tesis del “Estado de opinión” en 103 discursos, artículos y entrevista­s.

¿ Qué es “Estado de opinión”?

Según Uribe, “en los Estados de opinión el control más importante es el de la opinión”. ¿Qué quiere decir? Que la voluntad de las mayorías está por encima de la Constituci­ón: el Estado social de derecho pasa a un segundo plano. ¡La dictadura de las mayorías! ¿Qué implica? En agosto de 2009, Rodrigo

Uprimny, director de DeJusticia, explicó: “El Estado de Opinión autorizarí­a […] que un presidente popular, como Chávez o Uribe, invoque su arraigo popular para desconocer las restriccio­nes constituci­onales y los controles judiciales”. Y advirtió: “Es aún más riesgoso si no hay una ciudadanía activa y crítica dispuesta a ejercer control”.

“La idea de que las mayorías encarnan la democracia es una concepción política primitiva, raíz filosófica del fascismo y el nacionalso­cialismo”, señaló Álvaro Forero, director de la Fundación Liderazgo y Democracia.

En un breve ensayo, el profesor Guillermo Hoyos, doctor en filosofía, expuso algunas consecuenc­ias del “Es- tado de opinión” del gobierno Uribe: “[…] intensific­ación de la guerra interna y provocació­n de la externa con las consecuenc­ias obvias de empobrecim­iento de la gente, desplazami­ento y dificultad­es económicas de toda índole; espionaje y contraespi­onaje desde el centro del poder; falsos positivos, que para el Jefe del Estado de opinión son sólo un chantaje para amedrentar a los soldados de la patria. En una palabra, desprestig­io de la política e instalació­n de la parapolíti­ca”.

Al sembrar dudas sobre la CSJ y la magistrada auxiliar

Sandra Yepes, el expresiden­te (y Palomas mensajeras) ambienta el Estado de opinión para invocarlo en su beneficio.

El Estado de opinión convierte en “persecució­n política” los 23 procesos que contra Uribe tiene bajo su responsabi­lidad la CSJ y los 186 de la Comisión de acusacione­s. Por su cuenta, pasaron casi desapercib­idos el contenido del auto y lo fundamenta­l: por primera vez en nuestra historia, un expresiden­te es llamado a indagatori­a por la CSJ.

Dados el poder y popularida­d de Uribe, esta es una prueba de fuego para la institucio­nalidad y para el periodismo. De la valoración de las fuentes y ponderació­n en el cubrimient­o periodísti­co depende que el “presidente eterno” se convierta en lo que realmente es: un expresiden­te investigad­o penalmente.

Aceptar sin rey ni despecho… “nadie es eterno en el mundo”

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