Transformar la formación de docentes
La educación en Colombia presenta un problema crítico de calidad que el gobierno ha querido ocultar, aunque hay que reconocer los avances en el derecho a la educación básica, asociados a la gratuidad que se estableció y a los servicios complementarios. La educación es de muy baja calidad en inicial y en básica. En inicial avanzamos en el derecho, pero todavía estamos muy atrás de América Central y atrás de América del Sur. En educación superior, llegamos al 50 % de cobertura, pero muy pocos estudiantes de estratos populares la alcanzan. Tan sólo hemos garantizado el derecho para el 10 % de los jóvenes de estrato uno. En los últimos ocho años no avanzamos en la formación de los docentes, en la construcción de un currículo más pertinente y contextualizado, en evaluación de docentes y en la disminución de las brechas frente a la educación rural. Lo paradójico en este último aspecto, es que tenemos un buen programa denominado Todos a Aprender, pero falta apoyo, seguimiento y revisión del mismo. Con ajustes, ojalá se convierta en política de Estado. Tampoco hemos avanzado en consolidar las universidades públicas regionales, ya que el gobierno, equivocadamente, se dedicó a apoyar las universidades privadas de élite y ubicadas en las principales ciudades. La primera prioridad para el próximo gobierno debería ser hacer la revolución pedagógica que le debemos a la sociedad, al desarrollo y a los jóvenes. Estamos en mora de hacerla, ya que los gobiernos anteriores no han tomado medidas esenciales para mejorar la calidad y disminuir las brechas. Para ello, es esencial transformar los sistemas de formación de docentes y repensar de manera estructural el currículo. La segunda prioridad debería ser la educación inicial. Por el atraso que tenemos en el derecho, en institucionalidad y en calidad.