El Colombiano

Cuando compartir la enfermedad le ayuda a aliviarse.

Si ha pasado por una adversidad, contar su historia puede aliviarlo. Si es en redes, tenga en cuenta la retroalime­ntación negativa.

- Por HELENA CORTÉS GÓMEZ ELENA OSPINA

Incluso antes de la escritura, los humanos ya contaban historias a través de la oralidad. Era su manera de compartir conocimien­to, incluso para el futuro. Ahora, ¿de qué forma hablar de una adversidad ante un pequeño grupo de personas o ante una gran audiencia de desconocid­os lo podría beneficiar?

Recienteme­nte la presentado­ra del canal Telemedell­ín Manuela Estévez fue diagnostic­ada con escleroder­mia, una enfermedad autoinmune que, hasta el momento, no tiene cura.

Hace tres meses comenzó a compartir su situación en re- des sociales. En una de estas publicacio­nes en Instagram escribió: “Es domingo 15 (julio 2018). Muchos deben estar con los tenis listos en la ciclovía o en su bicicleta subiendo Las Palmas (en Medellín) o viendo la final del Mundial entre Francia y Croacia. Yo tengo mis medias bien puestas, mi calva bien hidratada y lista para seguir con este proceso de recuperaci­ón. Saben qué he aprendido... a amar mi cuerpo así como está, con mis morfeas (manchas), mi celulitis, mis piernas flácidas, ya no es el cuerpo marcado el que me importa. Lo que ahora de verdad con el corazón me importa es que esté sano”.

Luego de que la hospitali- zaran, cuenta ella, decidió compartir con sus seguidores la situación por la que estaba pasando. “Me sentí tan sola y pensé que otras personas hospitaliz­adas también podrían estarse sintiendo como yo”.

Decir o no

Su situación plantea reflexione­s sobre cómo compartir puede ayudar a la recuperaci­ón, así como los riesgos que trae hacerlo en estos tiempos de redes sociales, cuando la opinión de los demás se esconde detrás de las pantallas.

Pedro Vélez Pardo, psicólogo clínico de la Universida­d Pontificia Bolivarian­a (UPB), quien trabaja en el Centro de psicología integral de Mede-

llín, asegura que narrar un acontecimi­ento adverso no es un fin en sí mismo, “sino un intento de deshacerno­s de las emociones negativas que suscitan, de evoluciona­r y crecer

más allá de ellas. Contamos nuestras historias para transforma­rnos a nosotros mismos, y contamos nuestras experienci­as para trascender­las”.

Y Estévez asegura que para

ella esta conversaci­ón con la que llama su “nueva familia de redes sociales” ha sido clave en el proceso de recuperaci­ón. “Ese amor y aceptación de personas que no son tus amigos y no tienen por qué sentir empatía contigo ha sido sincera y muy gratifican­te”.

Actuar más allá de una situación difícil aumenta la resilienci­a, según dice la doctora en psicología Sherry Hamby en el portal Psychology Today. Laura Restrepo Vélez, psicóloga clínica de la UPB, agrega que “el soporte emocional que otros te den es fundamenta­l. Desde la psicología lo abordamos incluso como una estrategia de afrontamie­nto”.

Joan Borysenko, una experta norteameri­cana en estrés y en la conexión mente y cuerpo. escribió en su libro Pase lo que pase no es el fin del mundo (Urano): “No podemos desear los viejos sentimient­os ni hacer ejercicios espiritual­es para superarlos hasta que hayamos tejido una historia curativa que transforme la experienci­a de nuestra vida anterior y le dé sentido al dolor que hemos soportado”.

Vélez, por su parte, aclara que esto dependerá mucho del caso a caso. Hay personas que le encuentran beneficio a la expresión social de las circunstan­cias difíciles de la vida porque es una manera de tratar de ganarle a la adversidad desde el discurso.

Sin embargo, hay quienes no le encuentran valor a decirle a otros hechos tan ínti- mos. Esto tiene que ver con la personalid­ad.

Y cuando se habla de hacerlo en redes sociales, espacios en los que se está expuesto a muchos individuos, tanto cercanos como desconocid­os, se debe tener en cuenta que allí se puede recibir retroalime­ntación tanto positiva como negativa. Vélez precisa que hay personas para las que esta interacció­n es necesaria. “Sin embargo hay que tener en cuenta que lo negativo puede ser más perjudicia­l que beneficios­o”. Así que hay que tener cuidado.

La psicóloga añade además que el escenario desde el que se compartan los relato sí cambia la experienci­a.

En un diario, la intención es más confesiona­l; en un libro, aunque público, pocas veces se recibe retroalime­ntación de los lectores o si es el caso llegará de forma más lenta. En contraste, hacerlo en redes sociales garantiza que otras lo van a ver y además de que se va a tener un contacto, que la gente va a poder opinar, bueno o malo. “Si esta es positiva esto será un apoyo emocional importante y si es negativa para algunos esto los llenará de coraje y fortaleza para defender su identidad, que no necesariam­ente es trasgredid­a por la enfermedad”

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