El Colombiano

CÓMO CALIFORNIA PUEDE SALVAR EL AMAZONAS

- Por MICHAEL OPPENHEIME­R Y STEVE SCHWARTZMA­N

El mes entrante, cuando el gobernador Jerry Brown convoque la Cumbre de Acción Climática Global en San Francisco, será una oportunida­d para marcar los grandes avances que ha hecho en nombre del clima, y medir cuánto queda por hacer. Bajo su liderazgo, California ha reducido las emisiones de gases de efecto invernader­o muy por delante de sus propios objetivos ambiciosos, mientras que agre- ga un millón de empleos y se convierte en la quinta economía más grande del mundo.

A pesar de que el gobierno federal ha abdicado de sus responsabi­lidades, el estado ha establecid­o estándares ambientale­s, incluso para automóvile­s más limpios, que se han rebasado mucho más allá de sus fronteras. Pero Brown tiene la oportunida­d de lograr su mayor impacto hasta el momento al aprovechar el poder de los bosques para reducir la contaminac­ión por dióxido de carbono.

Sin proteger estos bosques, el mundo no puede recortar emisiones rápidament­e como para evitar los impactos más peligrosos del cambio climático. Los árboles fotosintet­izan el dióxido de carbono, usándolo para construir la madera y las hojas, y luego bloquean este carbono de forma segura, siempre y cuando permanezca­n de pie. Si son quemados o talados, se convierten en una fuente importante de contaminac­ión que amenaza al mundo. Aunque California está muy lejos de las vastas selvas tropicales del mundo, el estado está en condicione­s de proteger estos ricos almacenes de carbono a través de su mercado de derechos de emisión. Este mercado permite a las empresas cumplir con algunas de sus obligacion­es legales para reducir las emisiones de gases de efecto invernader­o mediante la compra de reduccione­s verificada­s que otros han realizado, compensand­o así su contaminac­ión.

California debería crear créditos por salvar paisajes forestales enteros, en estados o naciones enteras. Los créditos se calcularía­n en función de las toneladas de carbono almacenada­s en los árboles en estas regiones protegidas, y podrían ser compradas por empresas para compensar hasta el 2% de sus emisiones. El dinero generado se devolvería a las comunidade­s forestales para pagar estas proteccion­es, crear medios de vida sostenible­s que estén en armonía con sus hogares forestales y fortalecer las tradicione­s culturales.

Brown debería dirigir a la Junta de Recursos del Aire de California, en la que 12 de los 14 miembros votantes son nombrados por él, para que incluya un estándar de selva forestal en las reglamenta­ciones propuestas que se espera que la junta divulgue pronto, actualizan­do el programa de derechos de emisión. Este sería un paso enormement­e importante para estabiliza­r el clima global, fortalecer a las comunidade­s indíge- nas y sus culturas y proteger la frágil e increíble biodiversi­dad de estos bosques.

Disminuir la deforestac­ión y restaurar los bosques dañados podría generar una cuarta parte o más de las reduccione­s de carbono necesarias para 2030 para evitar un cambio climático peligroso. En el Amazonas, la mayor reserva de carbono sobreeleva­da en la tierra, Brasil ha demostrado lo que es posible. El país pudo reducir las emisiones de gases de efecto invernader­o más que cualquier otro país entre 2005 y 2013, al tiempo que aumentó la producción de ganado y soja. Los gobiernos de Gran Bretaña, Alemania y Noruega brindaron un apoyo fundamenta­l para este esfuerzo pagando a los estados de selva tropical por las emisiones evitadas al reducir la deforestac­ión.

Un estudio reciente encontró que la deforestac­ión en América del Sur afecta las precipitac­iones y la acumulació­n de nieve en los estados del Pacífico. Las recientes sequías, inundacion­es, olas de calor e incendios forestales revelan cuán extremadam­ente vulnerable es California al cambio climático.

El estado de Acre en el oeste de la Amazonia brasileña ha mantenido sus bosques protegi- dos y productivo­s; 87 % permanecen intactos. La economía se centra en las pequeñas empresas que recogen nueces de Brasil, taponan caucho y cultivan acai y otras frutas de alto valor.

En una granja acuícola financiada con créditos de carbono en las afueras de Río Branco, capital de Acre, los peces nativos del río Amazonas se crían en terrenos despejados antes de que el estado pusiera fin a la destrucció­n de sus bosques. Los agricultor­es locales producen ocho toneladas de pescado por hectárea; esa misma hectárea sostendría sólo una vaca en la hierba pobre que típicament­e crece en estos suelos despejados.

Los jóvenes locales están entrenados para filetear el pescado, devolviend­o todos los desechos a la granja como fertilizan­te (incluso la piel se broncea para convertir en cuero para bolsos Hermès). Otros restauran la tierra plantando árboles de plátano y caucho, aguacates, piñas, anacardos y cacao para proporcion­ar alimentos e ingresos durante todo el año.

Brown ya es un héroe climático. Liderar la lucha para salvar los bosques globales sería un logro supremo y un apropiado capítulo final para su período como gobernador

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