El Colombiano

EL TIEMPO DE LOS HONESTOS

- Por ALDO CÍVICO aldo@aldocivico.com

Si es verdad que hace una semana la consulta anticorrup­ción no logró el lumbral por un puñado de votos, es también ver- dad que la inesperada participac­ión de 11 millones de ciudadanos, quienes libremente se fueron a las urnas para expresar su rechazo a la corrupción, creó un hecho político importante e innegable. De hecho, como nunca, colombiano­s de ideologías distintas expresaron su voz de manera unísona alrededor de un tema tan importante para la democracia como lo es la lucha contra la corrupción. Porque mientras que la corrupción sea un sistema, no puede haber un estado de derecho maduro.

Por eso es también importante que el presidente Duque haya convocado a los promotores de la consulta a la Casa de Nariño el pasado miércoles. El presidente ha sabido aprovechar esta oportunida­d, y la señal que ha llegado desde la ciudadanía, para poner en práctica lo que prometió durante la campaña y en su discurso de posesión: ser un presidente “puente” que tra- baja para unir al país, y no para seguir dividiéndo­lo. Aún más importante fue el acuerdo que logró la reunión: el próximo 17 de septiembre se van a radicar en el Congreso cuatro proyectos de ley, adjuntos a los tres presentado­s por el mismo presidente. En tiempos de fuerte polarizaci­ón, que condiciona­n el clima político, no solamente en Colombia, este resultado da esperanza porque demuestra que acuerdos fundamenta­les son posibles.

Hay también que resaltar que esta voluntad política fue posible gracias a la movilizaci­ón ciudadana. Los colombiano­s parecen finalmente haber alcanzado un punto de inflexión que ya no tolera las conductas criminales de políticos, empresario­s y de funcionari­os del Estado. De hecho, más de 11 millones de ciudadanos pusieron la cuestión ética al centro del debate político, a tal punto que la misma cla- se política no lo puede ignorar. En el fondo, lo que los colombiano­s piden a los partidos es que vuelvan a hacer política, y que dejen de ser meras máquinas de poder y clientelis­mo.

Porque la cuestión ética no puede apuntar solamente a denunciar y a castigar a quienes tienen una conducta criminal. La cuestión ética es más profunda, porque implica repensar las lógicas del poder que han vuelto a la política una forma de negocio. La cuestión ética es hoy la cuestión central de este país.

Por eso, más allá de las iniciativa­s legislativ­as, pienso que la consulta anticorrup­ción es una oportunida­d para alimentar una nueva cultura y ética de la política. Precisamen­te: una práctica política que nace del diálogo abierto entre el ciudadano y el político, que radica en las necesidade­s de los ciudadanos, que se alimenta de una escucha profunda capaz de restablece­r lazos de confianza con la política, y así poder establecer una dinámica de cooperació­n. Este es el tiempo de los honestos de Colombia. Este es el tiempo cuando la política tiene la oportunida­d y la obligación de volver a poner a la persona humana al centro de su reflexión y de su iniciativa. Pero esta renovación no será posible sin un aumento del nivel de conciencia y de participac­ión de los ciudadanos

Lo que los colombiano­s piden a los partidos es que vuelvan a hacer política, y que dejen de ser meras máquinas de poder y clientelis­mo.

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