El Colombiano

SOBRE LA INDIGENCIA

- Por JOSÉ GUILLERMO ÁNGEL memoanjel5@gmail.com

Estación Indigere, que en latín quiere decir necesitar o estar necesitado de algo, y a la que llegan hombres y mujeres flacos y secos, ONG y la policía antidistur­bios, poetas malditos y gente variada, una con prontuario­s y otra en el aire luciendo malos olores, desorden, pintas malucas (como dicen las señoras), figuras para los cuadros de El Bosco y de Henry Freud; en fin, en el mundo de la indigencia, tan poetizada por Charles Baudelai

re en Las flores del mal, se encuentra de todo, desde la desesperac­ión y el desasosieg­o continuado hasta el abandono total, la muerte en vida y la posibilida­d de salir de ahí si se aplican programas debidos y los indigentes se dejan, que en este asunto de lo undergroun­d se habla de derechos civiles y desarrollo de la personalid­ad, de depresione­s y pérdidas de sentido de la realidad, de intentos de ordenamien­to y ollas que hierven de manera indebida.

La indigencia ha sido un problema desde los griegos que, en el caso de los cínicos (el clan del perro), se convirtió en una filosofía: vivir en la calle y al día, con lo que llegara y comiendo cualquier cosa. Diógenes el cínico, vivía en un barril y las moscas convivían con él, dice otro Diógenes (Laercio), y su pensamient­o se centraba en el desprecio por la moral (las buenas costumbres), que considerab­a una esclavitud. Claro que igual aparece otro indigente que pierde lo que tiene, familia y posesiones, y finalmente se recupera. La Biblia le dedica un libro: Job, que lo sufre todo, pero no se abandona. Ya, en la Edad Media, la indigencia es por todos lados. Basta leer a Ken Follet en Un mundo sin fin para saber de miseria, abandono y peste, infiernos y gente vencida. Unos se salvan, otros no.

En el mundo en que vivimos, con tantas guerras, desplazami­entos y quiebras financiera­s, educacione­s indebidas y promoción permanente del miedo, el producto ha sido un hombre que cuelga de un hilo y se mueve peligrosam­ente entre sostenerse o caer. El consumismo, la violencia, el desamparo, la frustració­n, ha creado la indigencia y las grandes ciudades la acreditan en su tejido social. El sur de Manhattan, el sur de Chicago, las multitudes de Calcuta, las callejuela­s de El Cairo (El callejón de los milagros, de Naguib Mahfuz), el centro de Medellín, etc. Y en esta indigencia aparecen de nuevo la tuberculos­is, la sarna y otras enfermedad­es, la desciudada­nía y el horror. Y por su cercanía, un prójimo que existe.

Acotación: La ciudad ha creado al depresivo, al abandonado, al desesperad­o. Y al solitario entre miles, que es el más triste de los solitarios. Y el reto es recuperar a estas personas, que reclaman sus derechos frente a otros (los no indigentes) que también los reclaman. Bueno, se necesita inteligenc­ia para solucionar el problema

El consumismo, la violencia, el desamparo, la frustració­n, han creado la indigencia.

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