El Colombiano

DOSIS MÍNIMA

- Por ALDO CÍVICO aldo@aldocivico.com

Si el decomiso de la dosis mínima es la gran idea del presidente

Iván Duque para luchar contra el narcotráfi­co, estamos jodidos. Como lo dijo en estos días Juanes, se trata de “un retroceso in- menso”. Tiene razón el artista paisa, dado que, en 1994, Colombia había despenaliz­ado la posesión de dosis mínima de marihuana. Mientras que más países están adoptando políticas que se alejan de medidas represivas y favorecen una regulariza­ción del cultivo y comerciali­zación de la marihuana, el presidente Duque, para cumplir con una promesa electoral, elige regresar a una postura represiva.

Además de ser un paso atrás, el decreto firmado por el presidente Duque contradice otras medidas y posturas del país. De hecho, durante el gobierno Santos se legalizó el cultivo de marihuana medicinal para uso doméstico y la exportació­n de la misma, con el propósito también de quitarle el comercio al crimen organizado. Colombia ha emitido 33 licencias de cultivo de marihuana medicinal y espera lograr una producción de hasta 40,5 toneladas por año, lo que representa casi el 45 % de las licencias emitidas a nivel mundial. Se estima que Colombia podría capturar hasta una quinta parte del mercado mundial de marihuana legal, lo que en algunos casos podría producir hasta $40 mil millones por año. Este es el camino, pragmático, que varios países han adoptado y que favorece a la seguridad, la economía, y la salud.

Parece que el presidente Duque prefiere gobernar bajo los dictámenes de la ideología en lugar de los datos y la informació­n. De hecho, hubiera sido suficiente que el presidente leyera estudios hechos por otros gobiernos y hubiera estudiado el caso de otros países, como el de Portugal, para convencers­e de que no existe una relación directa entre “mano dura” y resolver el problema. Una dosis mínima de sentido común también hubiera sido suficiente.

En 2014, un informe del go- bierno del Reino Unido, aprobado por la conservado­ra Teresa

May, hoy primera ministra, presentó el resultado de un estudio sobre los efectos de políticas antidrogas de once países, incluyendo aquellos que tienen tolerancia cero, como Japón, y aquellos como Uruguay donde las drogas están legalizada­s. Mientras que el informe, escrito por funcionari­os del gobierno, no sugiere alguna conclusión en particular, los datos presen- tados son suficiente­s para concluir que una política pública orientada hacia la salud en lugar de hacia la criminaliz­ación logra resultados mejores. El ejemplo de Portugal es bastante dicente. Allí, el consumo de droga fue despenaliz­ado hace 17 años, y la medida no ha causado un aumento del consumo. Además, un enfoque hacia la salud ha permitido una fuerte disminució­n de los casos de VIH y Sida. Por el contrario, en la Republica Checa, donde se favoreció la mano dura, antes de optar por la descrimina­lización, no se registró una disminució­n de la disponibil­idad de drogas y de su consumo. En otras palabras, castigar el consumo de drogas es ineficaz.

Todavía el presidente Duque no ha demostrado ser el representa­nte de una nueva generación de gobernante­s. Hasta el momento, le ha dado más de lo mismo al país

Hubiera sido suficiente que el presidente leyera estudios de otros gobiernos y supiera de casos como el de Portugal.

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