MIRANDO HACIA LA TIERRA DESDE EL ESPACIO
De todos los vuelos espaciales humanos, el Apolo 8 puede haber sido el mejor para demostrar la capacidad de la Nasa para cambiar la perspectiva humana. Al reflexionar sobre esa misión, la primera circunnavegación de la Luna, el astronauta
Bill Anders, uno de los tres a bordo, dijo: “Vinimos todo este camino para explorar la Luna, y lo más importante es que descubrimos la Tierra”. Anders ha- bía tomado la fotografía que llegó a conocerse como “Earthrise”, la primera imagen del planeta capturada por un humano desde más allá de la órbita de la Tierra. Como lo señaló su compañero Jim Lovell, “De repente, todos podían ver la Tierra como realmente es: un gran oasis en la inmensidad del espacio”.
Puede parecer contrario a la intuición pensar que la exploración espacial, con todo el riesgo y la gloria que conlleva, arroja luz sobre nuestro propio planeta. Pero lo hace. Esta semana marca el décimo sexto aniversario de la fundación de la Nasa.
Muy temprano, Nasa descubrió dos verdades importantes. Primero, que nuestro planeta era el único en nuestro sistema solar con un ambiente capaz de sostener la vida humana y, por lo tanto, extraordinariamente único. Y segundo, el ambiente de la Tierra era fundamentalmente frágil, protegido por una delgada capa iridiscente de atmósfera y susceptible de sufrir daños a manos de los habitantes del planeta.
Esto se ha hecho cada vez más evidente a medida que la Tierra se calienta con emisiones de gases de efecto invernadero. La Nasa ahora se en- cuentra en la extraña posición de monitorear una crisis planetaria en desarrollo que el propio presidente Donald
Trump ha descartado. Afortunadamente, el Congreso ha bloqueado los esfuerzos de su administración para recortar cuatro misiones en el marco del programa de ciencias de la tierra de la agencia que monitorea el planeta. En su libro “El cerebro de
Broca”, el astrónomo Carl Sagan escribió: “El momento más emocionante, satisfactorio y excitante para estar vivo es el momento en el que pasamos de la ignorancia al conocimiento”. Durante las últimas seis décadas, la Nasa nos ha guiado en ese viaje, cambiando no sólo nuestra comprensión del universo sino también de nosotros mismos.
Durante el programa Apollo, la Nasa se dio cuenta de que los mismos instrumentos que estaba usando para proporcionar datos científicos para los aterrizajes de la Luna podían ponerse en órbita para mirar hacia abajo a nuestro propio mundo. En 1972, el gobierno lanzó el primer satélite Landsat con equipo de detección remota capaz de medir la superficie de la Tierra y rastrearla en el tiempo.
En 1989, el presidente George H. W. Bush respaldó la Misión de la Nasa al Planeta Tierra, un esfuerzo por comprender cómo la atmósfera, los océanos y la biosfera funcionan como un sistema. Bush lo llamó “uno de los programas científicos más abarcadores y urgentes de la nación”. Lanzaría más de dos docenas de satélites diseñados para estudiar todos los aspectos del clima de la Tierra.
Desde el espacio, Nasa puede directa y continuamente medir y monitorear casi todos los aspectos de los sistemas de la tierra: océanos, desiertos, capas de hielo, nubes, lluvia y vegetación que va y viene. Y luego tenemos los datos de científicos haciendo trabajo de campo por todo el planeta, desde Groenlandia hasta Palau, Antártica al Ártico.
Las mediciones satelitales son la diferencia entre la ignorancia y el conocimiento, y no dejan duda de que nuestro planeta se está calentando a una velocidad acelerada. Lo que esto significa para nosotros no es solo un aumento de la temperatura, sino también sequías, incendios, inundaciones, hura- canes y otros fenómenos meteorológicos extremos.
De todos los muchos logros notables de la Nasa, la adquisición y el análisis de este conocimiento ha sido su mayor contribución. Al alertarnos sobre la crisis que es el cambio climático, la Nasa le ha dado una oportunidad a la humanidad. Pero como agencia civil no partidista, aquí es donde se detiene la Nasa. Nos proporciona los datos y luego nos deja a nosotros, por medio de nuestros líderes electos, para actuar.
Hace unos 60 años, poco después de la fundación de la Nasa, el presidente John F. Ken
nedy nos desafió a poner a un hombre en la Luna. Hoy enfrentamos un desafío mucho mayor: proteger nuestro planeta. Pero la pregunta es, ¿dónde está nuestro liderazgo ahora? ¿A quién tenemos para unirnos?
Trágicamente, a pesar de todos los datos que la Nasa ha acumulado y analizado sobre la amenaza a nuestro planeta, el presidente Trump ha elegido voluntariamente la ignorancia. Es una traición tan completa, tan profunda y consecuente que se mantendrá como el mayor crimen de su administración