El Colombiano

SOBRE COLOMBIA CAFETERA

- Por JOSÉ GUILLERMO ÁNGEL memoanjel5@gmail.com

Estación Qué Nos Pasó, a la que llegan otras preguntas, incertidum­bres, proyectos que nunca se llevaron a cabo, cuadernos incompleto­s, decisiones que detuvieron procesos, descalabro­s financiero­s, falta de visión política, malos entendimie­ntos del continuism­o, desprecios por el conocimien­to, profetas de la desesperan­za, intereses particular­es, educación fragmentad­a, malos asesores y consultore­s, teorías de la conspiraci­ón, gente que no se entera de nada y por eso delira, etc. Y en ese juego de ojos abiertos, entrecerra­dos y cerrados (lo que incluye también orejas e incomodida­des en la lengua), aparece el tiempo con referencia al pasado, a lo que se pudo hacer y no se hizo, a los momentos de lucidez que fueron opacados y otro etcétera. Como dice el refrán, de nada vale llorar sobre la leche derramada, a no ser entender por qué se regó y en qué contenido, admitir que se regó y buscar la manera para que el asunto no pase de nuevo. O a que pase, si el derrame fue benefactor, como sucede cuando la leche se riega sobre fresas o por encima de una torta.

Por estos días, la Biblioteca del Banco de la República, puso a circular de nuevo el libro de Colombia Cafetera, de Diego

Monsalve, un ingeniero agrónomo y de minas, publicado en 1927 y pensado para desarrolla­r al país a partir del control de las finanzas públicas, la construcci­ón de infraestru­cturas férreas (trenes y tranvías), fluviales (puertos, barcos, planchones, ferry), aeronáutic­as y de caminos, todo con los planos debidos, la propuesta de inversión acertada y un eje central, el café, que operaría como un clúster (racimo) de la industrial­ización, la cultura y la educación dirigida a formar ciudadanos y crear conocimien­to. Regresa el libro y ojalá no pase como antes, cuando solo quedaron unos ejemplares para uso de pocos estudiosos y festín de las polillas, que por aquí se crían bien y engordan.

Frente a este libro, las preguntas desembocan en una. ¿No hemos sido capaces de entender el desarrollo?

Desde el siglo XIX y comienzos del XX, muchos colombiano­s se dieron a la tarea de ver el país y encontrarl­e viabilidad. Se escribiero­n libros de geografía ( Manuel Uribe Ángel), se discutió el desarrollo civil y político entre liberales y conservado­res progresist­as, apare- cieron propuestas sobre el uso necesario del tren (Pedro Justo Berrío) y la tecnología (Pascual Bravo), se buscó la modernizac­ión de las ciudades ( Carlos E.

Restrepo), en fin, se veían todas las posibilida­des de construir. Pero de repente (como se moría la gente antes) todo hizo pluf y ahí vamos, hundiéndon­os y sin deshacer los pasos.

Acotación: conversand­o con el ingeniero eléctrico An

drés Emiro Díez, profesor-investigad­or de la UPB (muy involucrad­o con el transporte eléctrico), hablábamos del libro de Diego Monsalve, Colombia Cafetera. Y nos hacíamos preguntas sobre la razón anterior y la sinrazón de hoy. Y es que algo nos pasa. Ya se sabe, la contaminac­ión oxida ■

Frente a este libro (Colombia Cafetera), las preguntas desembocan en una. ¿No hemos sido capaces de entender el desarrollo?

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