A LOS 90 SE CALIENTA CON EL MACHETE
Cuando escucha el llamado en la portada roja, allá en la finca de El Porvenir, Carlos
Enrique García deja a un lado la bandeja sobre la cual desgrana maíz. No es suya la finca, tampoco es el mayordomo. Es el padre del dueño pero la cuida porque le gustan las actividades del campo y le recuerdan a su natal Liborina, de donde salió en 1953, y su trasegar por cañaduzales. “Es que yo soy modelo 28 (1928)”. Y a decir verdad, aparenta menos. Desde la casa, de corredores por tres lados, se aprecian en la lejanía agricultores aporcando cultivos de papa, maíz y fríjol. “A mí no me paga el hijo, pero tengo la comida”, sonríe, y cuenta que le encanta la tranquilidad del lugar, lejos del ruido y el humo de los carros de Medellín, donde vive su familia y donde logró hacerse a un terreno en el que construyó su casa ya hace mucho tiempo en Manrique. Le dio para eso, pero no para jubilación. “Es que ganaba 8 pesos” cuando trabajaba en albañilería. Era oficial y en ese oficio permaneció 17 años. Carlos Enrique camina firme, derecho, con la calma que dan los años y asegura que en toda su vida solo pasó una noche en un hospital. Nada más, aunque espera “una cirugía de las vistas”. Desde que el clima lo permita, a las ocho está listo para con machete en mano comenzar a limpiar un tajo para sembrar aguacates. Al momento ya ha desyerbado un pedazo. Del cultivo de maíz recogió las mazorcas, aunque muestra cómo las han ruñido las plagas y los pájaros. “Es que acá para caloriarse hay que boliar machete”, comenta y se inclina a desyerbar guiado por un garabato. Si llueve a las 4:00 se recuesta un rato hasta las 9:00 o 10:00 de la noche que se levanta a comer. “Pensé que hoy era domingo y venía mi hijo, pero el vecino –aclara– me dijo que apenas es viernes”. Y se ríe. El lunes en bus volverá a Manrique por unos días, pero retornará dentro de poco porque le hacen falta la tranquilidad y un machete para calentarse “jornaliando”.