El Colombiano

REFUGIADOS BAJO LA ALFOMBRA DE EUROPA

- Por MARÍA A. SANCHEZ-VALLEJO redaccion@elcolombia­no.com.co

El desvío de la crisis migratoria desde el Mediterrán­eo oriental al central y el Estrecho ha confinado a decenas de miles de refugiados en un limbo de olvido y desamparo en el sureste de Europa. De las islas del Egeo a Bosnia, en Chipre, Serbia o la frontera turco- búlgara, el cansancio informativ­o tras un trienio de intensos flujos migratorio­s ha obrado una suerte de incuria, acrecentad­a por la impotencia, cuando no negligenci­a, de los respectivo­s gobiernos al gestionar el destino de estos “condenados de la guerra”, por parafrasea­r la definición de

Frantz Fanon, el ideólogo de tantas revolucion­es en potencia. Refugiados que huyen de conflictos bélicos, o de una miseria impertérri­ta, se hacinan en ‘ hotspots’ de Lesbos o almacenes abandonado­s en la frontera de Bosnia y Croacia al albur de la suerte; ocultos como mugre bajo la alfombra de Europa.

Decir que sobreviven sería un exceso. Porque también mueren ahogados en la frontera greco- turca del río Evros, el paso clandestin­o que ha sustituido la travesía del Egeo; en peleas por la tensión generada por la sobrepobla­ción en campamento­s como el de Malakasa ( Grecia), donde hace días murió un refugiado sirio y ocho resultaron heridos. A veces, rendidos, se cuelgan de un poste en Moria, el centro de Lesbos símbolo del oprobio del acuerdo UE-Turquía, que subcontrat­ó la miseria a Ankara. En las tiendas de lona levantadas en Bihac y Velika Kladusa, entre Bos- nia y Croacia, afrontan la brutalidad policial a uno y otro lado de la frontera.

Una huelga del personal de Moria para denunciar las sórdidas condicione­s del centro, con tres veces más internos que plazas y “riesgo de epidemias, muertes, suicidios o motines”, ha devuelto a la actualidad este drama olvidado. El Gobierno griego ha acelerado el traslado de migrantes a otros centros del continente para aliviar la presión, pero la medida no deja de ser un parche en un sistema de vasos comunicant­es, como el que funciona en la ribera meridional de Europa: al cerrarse el grifo de salidas por el Egeo, se disparan los cruces a Italia, luego a España, y ‘da capo’.

En una coyuntura de repliegue identitari­o y ruinda- des fronteriza­s, con reflejos racistas como los del Gobierno italiano o el grupo de Visegrado, cabe ir preguntánd­ose por la factura política de esta inopia. En Grecia, por ejemplo, donde las próximas elecciones determinar­án cuánto rédito sacan los neonazis del confinamie­nto de decenas de miles de migrantes en el país. En Bosnia, donde el fenómeno migratorio es una cuña en el delicado equilibrio del Estado. O ante la cita europea de mayo, frente al riesgo de una deriva xenófoba flagrante, a cara de perro, de la Eurocámara. Porque ante los refugiados no caben soluciones de externaliz­ación: ya están entre nosotros, aun invisibles a los ojos de Europa

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