EL PROBLEMA NO ES DE ABURRIMIENTO, ES “PEREZA DE VIVIR”
“Qué pereza!” parece ser el lema de muchos jóvenes hoy con el que manifiestan la inconformidad o el desgano que sienten respecto a todo lo que tienen que hacer. Qué pereza levantarse, qué pereza acostarse, qué pereza salir, qué conversar… Parece ser una generación de adoles- centes que lo que más expresan es su inconformidad.
Lo grave es que esta condición es un fenómeno más profundo que un mero estado de aburrimiento. Es una especie de apatía crónica, como si a muchos jóvenes les diera pereza vivir, existir o ser.... No parecen tener más ilusiones que las parrandas del fin de semana, más sueños que pasarla bien, ni más luchas que lograr que los adultos los dejen en paz. Se trata de algo más profundo, de una “pereza existencial”, de una vida sin sueños ni ilusiones y sin sentido.
Pero ¿a qué se debe esto? En mi concepto, ese descontento se debe ante todo a que son jóvenes cuyos padres nos hemos dedicado a que los hijos tengan todo demasiado fácil y demasiado pronto, por lo que se quedaron sin qué ambicionar ni por qué luchar. Sin embargo, no todos son así porque también hay jóvenes emprendedores, que tienen grandes ilusiones y que luchan por alcanzarlas.
Para que los jóvenes abracen la vida con gusto y se comprometan con un mundo que necesita más que nunca de su entusiasmo y su energía, tenemos que complacerlos menos y enseñarles a esperar los momentos que la vida les va presentando para tener lo que quieren.
Lo que más precisan en esta etapa de cambio y confusión es saber que tienen mucho que aportar y no lo saben porque les hemos enseñado a recibir pero no a dar.
Los adolescentes son por naturaleza soñadores, altruistas y generosos, y lo que hará que sus atributos emerjan será la gratitud que les cultivemos a base de darles poco para que agradezcan mucho. Está visto que cuando aprecian lo que reciben surge en los jóvenes una faceta de su personalidad que ellos mismos no conocen y que saldrá a la luz si cultivamos su corazón con tanto empeño como cultivamos su intelecto.
Es así como podrán ver la vida como un desafío fascinante, en la que siempre hay mucho más que hacer y agradecer de lo que hay que lamentar