UNO QUE EMPIEZA POR Y
Pamela fue la primera propuesta, pero mis papás terminaron decidiéndose por Yoryanny. La idea la trajo mi mamá desde Manizales, donde estaba estudiando enfermería, allá, una de sus amigas, también enfermera, le contó que le había puesto ese nombre a su hija, que nació primero que yo, y con quien me encontraría años después en el colegio. Éramos quizá las dos únicas mujeres entre cientos que tenía el colegio, que nos llamábamos Yoryanny. También me pusieron Vanessa, ese es mi segundo nombre y el que uso actualmente. Toda la vida me ha molestado, pero por situaciones específicas, por ejemplo, desde que recuerdo, he tenido que repetirlo porque pocos lo entienden cuando lo menciono por primera vez, para mí eso ha sido muy frustrante; sin embargo, también llegué a sentirme cómoda con él, pero han sido más las complicaciones que me ha generado, por ejemplo, matoneo en el colegio porque los compañeros se mofaban de él, y yo me preguntaba, ¿por qué no me puedo reír del de ellos? Cuando entré a la universidad, a la Universidad de Antioquia a estudiar Economía y a la Universidad Nacional, ciencias políticas, era más fácil mencionarlo por lo diferentes que es la estructura universitaria a la del colegio, no llamaban a lista y escogía a quién contárselo. Fue algo más íntimo. Vanessa Galeano siempre me ha parecido más sonoro, y cuando era niña, era un nombre común entre las mujeres, es el que uso en mis redes sociales, con el que me presento y uso diariamente. Hace tiempo, en un viaje que hice a Chocó durante un trabajo con la Unicef, alguien me contó que el nombre es común en el Valle. Acá en Medellín solo he conocido una que se llame igual, nunca me he sentido única o que el nombre le haya aportado algo a mi personalidad, tampoco he contemplado quitármelo. simplemente no lo uso.