El Colombiano

El de los glaciólogo­s, hoy es un oficio muy candente.

Estos científico­s estudian esos inmensos campos de hielo en regiones como la Patagonia.

- Por NATALIA ESTEFANÍA BOTERO

APedro Skvarca se le ve montado en su bicicleta por las calles de El Calafate, en la Patagonia argentina, aunque su lugar de trabajo generalmen­te está a 80 kilómetros de distancia en el glaciar Perito Moreno, en el Parque Nacional Los Glaciares, un lugar de conservaci­ón de estas “esculturas en movimiento” que cumplen un papel fundamenta­l: regular la temperatur­a del planeta.

“La vida de un glaciólogo es muy exigente porque en general transcurre en zonas difícilmen­te accesibles, inhóspitas y peligrosas por la presencia de grietas, en un clima frío, con nieve y viento. Es una vocación de vida”, indica Pedro, un esloveno, de 72 años, que llegó a la Argentina de pequeño y que cuenta con más de 40 expedicion­es a la Antártida y una extensa trayectori­a.

De los 48 glaciares que conforman el Parque, el gran amor de Pedro es el Perito Moreno, la atracción turística de la zona, aunque el primero en tamaño sea el Viedma y le sigue el Upsala, al que ya no permiten acercarse desde los barcos de turistas, por la gran pérdida que tiene se desprenden inmensos témpanos.

Las rupturas famosas

“El glaciar Perito Moreno, además de ser uno los pocos en equilibrio desde hace un siglo, es el único en el mundo que produce cada tanto los cierres o endicamien­tos, seguidos de las increíbles y espectacul­ares rupturas, que lo hacen tan conocido y famoso globalment­e. A su vez es muy fácilmente accesible, a la vista de todo turista, se puede observar y admirar desde muy cerca y también caminar sobre el”, indica.

En 2016 se formó un puente de hielo sobre el Canal de los Témpanos que luego colapsó por la presión del agua y liberó un gran caudal que llegó a las costas, a 70 km del lugar. “Lo que más me ha impactado fue presenciar durante largas horas el proceso completo de ruptura del dique de hielo hasta el final, que culminó con el apoteósico colapso del arco. No se puede describir, hay que vivirlo para sentirlo en lo más profundo del ser. Por algo fue declarado Patrimonio de la Humanidad”, explica el glaciólogo.

Estas rupturas tan grandes son fenómenos que se producen cada cuatro o cinco años, sin embargo, desde las pasarelas o miradores (también desde los cruceros), es posible presenciar desprendim­ientos de masas, que resultan impredecib­les.

En el caso del Perito Moreno, las pérdidas no reducen el área de superficie del glaciar que se extiende hasta los límites con Chile, y que se recorre en excursione­s de trekking para conocer las formacione­s que lo perfilan, aunque todos los días será distinto porque ellos se desplazan.

Para que este campo de hielo se mantenga, la temperatur­a anual debe ser baja y la

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