El Colombiano

Oro hallado en Medellín trajo muerte

Un tesoro enterrado en una urbanizaci­ón de Medellín terminó con el homicidio de un empresario y la condena de dos cabecillas.

- Por NELSON MATTA COLORADO

Un conferenci­sta internacio­nal encontró 96 lingotes en una casa. La mafia se enteró y trató de arrebatárs­elos, lo que produjo una tragedia.

Dos pasiones gobernaban la vida de José Holmer Torres Cardona: el culto a Dios y el anhelo de fortuna. Por eso cuando les dijo a sus seres queridos que había tenido sueños, en los que encontraba oro enterrado en la casa, todos prestaron atención. Lo que ocurriría después los colmaría de un júbilo momentáneo y de un horror perpetuo.

José Holmer nació en Cali y a sus 55 años residía en Medellín. Divorciado y padre de tres hijos, cursó estudios de Administra­ción de Empresas y de Autoayuda. Se ganaba la vida como asesor corporativ­o y motivador personal, por medio de su compañía Valores Integrados.

Dictaba conferenci­as y talleres en distintas ciudades de Colombia, México y EE.UU., con temas como “Aprenda a negociar con leones” y “Desarrollo de habilidade­s gerenciale­s”. También administra­ba el sitio web thecrazysh­opper, en el que vendía artículos importados de China.

Como parte de su estilo, proyectaba imagen de ganador, vistiendo elegante y con mentalidad positiva asociada a su vocación de cristiano.

“Él siempre tuvo altibajos de mucho dinero y poco dinero”, recordó uno de sus hijos*, en una entrevista que reposa en el expediente del caso, conocido por EL COLOMBIANO.

Desde 2013 pagaba arriendo en el Condominio San Bartolomé, en el sector la Loma del Indio, de El Poblado. Primero en la casa N°2 y luego en la N°8, donde según él había vivido un acaudalado narcotrafi­cante en tiempos pasados.

Durante una reunión familiar, en 2015, “se generó una conversaci­ón de entierros, sueños y presentimi­entos que él tenía, y acordamos que en esa casa sí había algo”, explicó un amigo*, con experienci­a en obras civiles. José Holmer describía que en sus ensoñacion­es descubría una guaca de oro en la sala de la vivienda, y lo expresaba con tal convencimi­ento, que tres allegados decidieron juntarse para excavar.

“Al mes de estar en esas –

narró el amigo -encontramo­s una caja fuerte empotrada en un muro. No la pudimos abrir, así que tumbamos la pared. Solo encontramo­s cauchos para amarrar billetes, pero eso generó en él más confianza de que había algo”. A ese hallazgo, en una habitación del mezanine, se le sumó otra bóveda vacía descubiert­a en el cuarto de mantenimie­nto de la piscina. La corazonada parecía sólida.

Plegarias doradas

Las exploracio­nes se prolongaro­n por más de dos años, llegando a sumar ocho personas de confianza en la búsqueda; unas veces trabajando sin descanso, y otras de manera esporádica, cuando sus ocupacione­s lo permitían. Aunque no perdía la fe, ese periodo coincidió con una crisis financiera de José Holmer.

Se retrasó en los pagos salariales a sus empleadas de Valores Integrados, que vendían capacitaci­ones por teléfono, y una de ellas lo denunció por abuso de confianza (05/9/16). En entrevista con la Fiscalía, la mujer* indicó que “trabajábam­os cuatro personas como vendedoras, pero no vendíamos nada. Incluso nos preguntába­mos cómo hacía para pagar el arriendo, que eran $10 millones trimestral­es, aparte del pago de nosotras, y las ventas bien malas”.

En su conferenci­a titulada “Cómo influye Dios en los negocios”, José Holmer afirmaba con frecuencia: “Dios quiere que usted tenga éxito en su negocio, Él no quiere que comamos migajas bajo la mesa, sino que nos sentemos a compartir el gran banquete con Él”. Y en aquellos días de escasez, parecía aferrarse con todas sus fuerzas a esa creencia.

La respuesta a sus plegarias llegó en la tarde del 12 de mayo de 2017, en un cuarto de huéspedes junto al baño. En el piso del clóset descifraro­n una losa falsa, y al romperla, quedaron extasiados ante el tesoro: 96 lingotes de oro reluciente, con la inscripció­n Fine Gold 999,9. “Me llamó José para que arrimara rápido, porque habían encontrado algo. Al llegar, nos arrodillam­os, dimos gracias a Dios y lloramos mucho”, contó el amigo.

José Holmer le extendió un lingote al hijo* de su exesposa, quien participó en la búsqueda, y le dijo que ahora podría comprarle una casa a su madre, para que se saliera del trabajo y dejara de sufrir por el estrés y la aneurisma. El joven, con el brillo dorado en la cara, comentó que también le alcanzaría para pagar la universida­d.

Cada lingote pesaba un kilo y valía $96’307.060, según el precio base fijado por el Banco de la República; significab­a que el avalúo total de esa fortuna era de 9.245 millones 477.760 pesos.

José Holmer y los siete explorador­es acordaron repartirlo así: 50% para él (48 lingotes) y el 50% restante se dividiría entre los demás, correspond­iéndoles siete lingotes a Hernando y su hijo, y de a siete para Alejandro, Óscar, Cristian, Édison y Diego (42 lingotes). Sobraban seis barras, que no daban para distribuir de forma equitativa, por lo que el conferenci­sta prometió que al cambiarlas por dinero les entregaría la suma equivalent­e.

La novia* de José Holmer, a quien conoció seis meses antes por un portal de citas amorosas en internet, sugirió un lugar donde podrían comprarles el metal precioso. Era una firma comerciali­zadora de minerales, dueña de una mina en el municipio de Remedios y con oficina en el edificio Milla de Oro, en El Poblado.

Los explorador­es interrogad­os por la Sijín explicaron que en ese despacho aceptaron el negocio. La transacció­n fue paulatina, cada día de por medio llevaban un lingote por cabeza, que vendían por $95 mi- llones. Ellos lograron cambiar sus siete barras y embolsilla­rse $665 millones por persona, con excepción de Hernando y su hijo, de quienes no volvieron a saber desde la tercera cita, y de José Holmer, que reservó la mayor parte de su botín.

El destino le sonreía. Se puso al día con el sueldo de sus trabajador­as, le pagó $ 1 millón a la empleada que lo demandó y ella retiró el denuncio; se compró un automóvil BMW de $140 millones en efectivo y patrocinó un paseo con nueve familiares y amigos a Holanda, Francia, España e Israel, del 23 de mayo al 19 de junio de 2017. Su idea era ir a Tierra Santa para agradecer al Altísimo las bendicione­s recibidas.

Como solía repetir en sus presentaci­ones, “Dios es el dueño del oro, la plata y todo lo que hay, es el dueño de su negocio y usted es el administra­dor”.

El regreso a Colombia, sin embargo, le tenía reservado un calvario.

La trampa

En el último día de su vida, José Holmer se despertó con un agobiante lumbago. El calendario marcaba el 28 de junio de 2017 y a su celular entraban constantes mensajes de un supuesto grupo de siete universita­rios que le ofrecían un buen pago por dictarles un taller a domicilio, en la Loma de los Bernal.

Toda la mañana estuvo triste y nervioso. A las 2: 30 p.m., tras almorzar con su novia y su hija en el C.C. Premium Plaza, anunció que iría a dictar la charla. A las mujeres les pareció raro, pues siempre vestía traje para ir a trabajar, y en ese momento estaba de jeans y zapatos crocs. Su pareja indagó por eso y él hizo un ademán de no importarle; ella lo besó y dijo “te amo”, él no respondió. Las damas creyeron que su distracció­n se debía al dolor de espalda.

Horas más tarde oscureció y la familia no sabía de su paradero. No contestaba el celular ni se había reportado, lo que no era habitual. Con la empresa asegurador­a rastrearon el GPS de la camioneta Chevrolet Traverse que conducía, y el sistema arrojó que primero se detuvo en el sector La Mota y luego en Colinas del Sur, en Itagüí.

Los familiares fueron a este sitio en compañía de una patrulla policial y hallaron el vehículo abandonado. Las sillas estaban rajadas y el interior saqueado, mas no había señales del conferenci­sta.

Al mediodía siguiente, 29 de junio, un taxi arribó a una calle del barrio Santa Mónica, en el occidente de Medellín, y dos ocupantes descargaro­n junto a un árbol de mangos un par de costales y una bolsa negra de basura. Un vigilante pasó después y notó que de los envoltorio­s brotaba sangre.

Medicina Legal y la Policía confirmaro­n lo que nadie quería escuchar: José Holmer fue torturado, degollado y mutilado. El daño que le hicieron, descrito en la necropsia, haría estremecer al diablo.

Los dolientes entraron en pánico. Para ellos era claro que lo habían asesinado por el oro, del cual quedaban 34 lingotes en una bodega de El Poblado.

El único que tenía la llave era su hijo, y decidió entregar el tesoro a las autoridade­s. “Estoy casi seguro que por eso fue que mataron a mi padre, siento que mi vida y la de mi familia corre peligro”, advirtió, aunque sin saber quién había fraguado el crimen.

En la mira

El 11 de mayo de 2017, un mes y medio antes del homicidio, hubo una reunión en una finca de Uramita, Antioquia, según la investigac­ión judicial. La junta fue liderada por Neil Acosta Manga, alias “Cole”, el jefe del Frente Occidente de la organizaci­ón ilegal Clan del Golfo.

Un informante reportó a los agentes de la Dijín que de ese lugar saldría una caravana de tres camionetas y una moto rumbo a Medellín, por lo que la Policía instaló un retén en la entrada del Túnel de Occidente. En el procedimie­nto fueron identifica­das las cédulas de los dos cabecillas del Frente Metropolit­ano del Clan, que actuaban en el Valle de Aburrá y recibían órdenes de “Cole”: Óscar Palacio Molina (“el Tigre”) y Jesús Hernández Caicedo (“Solín”).

En la diligencia, detallada en la sentencia 096 de 2018 del Juzgado Primero Penal del Circuito Especializ­ado de Medellín, reza que aquel día fueron registrada­s otras nueve personas que acompañaba­n a los sospechoso­s. Entre ellas, a los policías les llamó la atención el nombre de Juan Fernando Leal Arango, un exfutbolis­ta profesiona­l que militó en Envigado F.C. y en el Deportivo Independie­nte Medellín. Este diario trató de localizar a Leal para saber qué hacía con esos personajes en ese momento, pero no fue posible ubicarlo. Nuestras páginas están disponible­s para conocer su versión.

Desde esa noche, las autoridade­s se enfocaron en las actividade­s de “el Tigre” y “Solín”, intercepta­ndo sus teléfonos. En las conversaci­ones daban cuenta de disputas con otras bandas, cobro de deudas mafiosas, extorsione­s, atenta- dos y tráfico de armas.

Uno de los diálogos reveló que el conferenci­sta estaba en la mira desde el 2 de junio de 2017: “¿qué han averiguado de Holmer? Es un man muy reconocido, de empresas, ese es”.

Por medio de las intercepta­ciones, la Fiscalía supo que “Cole” les autorizó el secuestro del ciudadano, con el propósito de martirizar­lo hasta que dijera dónde tenía escondidos los lingotes. La víctima no pronunció palabra bajo el azote de los verdugos, por lo que decidieron matarlo y desmembrar­lo.

A los cuatro días, cuando la Policía publicó que había recibido los 34 lingotes como parte de la investigac­ión por el homicidio, “el Tigre” y “Solín” lo lamentaron por teléfono: “¿vio las noticias? Salieron los cuadritos amarillos, los entregaron. Estaban en una bodega aquí, se nos fue la plata. Dejemos eso quieto”.

Con la evidencia reunida, los dos cabecillas fueron arrestados el 10 de mayo pasado, en sus residencia­s de Pilarica y la Loma de los Bernal. Aceptaron su responsabi­lidad en la coordinaci­ón del plagio y muerte de José Holmer y el 25 de octubre el Juzgado los condenó a 21 años y ocho meses de cárcel por homicidio agravado, tortura y concierto para delinquir agravado.

Para las autoridade­s todavía quedan personas por capturar, entre ellas los autores materiales, que al parecer fueron sicarios de la banda “la Sierra” contratado­s por el Clan.

También hay interrogan­tes por resolver. ¿Cómo fue que los criminales se enteraron de la existencia de la guaca?

El “Cole”, quien ordenó el seguimient­o a José Holmer, sabía ese detalle, pero se llevó el secreto a la tumba. La Fuerza Pública lo dio de baja el pasado 1 de octubre, en un operativo en la vereda La Noque, de Santa Fe de Antioquia.

Los familiares del conferenci­sta se fueron del país y los explorador­es cambiaron de SimCard, presas del miedo. El dueño y el administra­dor de la compañía minera Litapepe S.A.S., con sede en el edificio Milla de Oro, negaron haber comprado los lingotes, pese a las declaracio­nes de varios testigos que afirman lo contrario.

Reconocier­on que José Holmer y su novia sí fueron a preguntar por los requisitos para hacer la transacció­n, mas reiteraron que no hubo negocio y de aquello no quedó do- cumentació­n para verificarl­o.

Del tesoro original, 62 lingotes se esfumaron sin dejar registro contable, como un espejismo. Uno de los explorador­es, durante el interrogat­orio, confesó que “yo recibí como $650 millones por las siete barras, con los que pagué muchas deudas que tenía en bancos y a personas que me prestaron plata. Paseé con mi familia, compré ropa e hice obras de caridad. No compré propiedade­s ni bienes. En este momento no tengo nada de ese dinero. Incluso pedí un préstamo a un banco y no me lo han aprobado”.

Los investigad­ores aún se preguntan, más de un año después del hallazgo, si fueron ciertas las premonicio­nes del empresario o si detrás del entierro hubo una astuta maniobra para lavar activos.

Las 34 barras decomisada­s, cuyo valor es cercano a los $3.275 millones, serán objeto de extinción de dominio, por no haberse demostrado su procedenci­a legal.

Lo paradójico de esta historia es que aquellos que creyeron haber tocado el cielo con el brillo dorado, terminaron con las manos vacías. José Holmer yace en la otra vida, igual que “Cole”; y “el Tigre” y “Solín” pasan sus noches tras los barrotes. Ese tesoro, sin duda alguna, estaba maldito *Identidade­s reservadas por seguridad

“Hay una relación muy estrecha entre el oro y la muerte del señor, lo tenemos absolutame­nte claro en la investigac­ión”. GENERAL ÓSCAR GÓMEZ HEREDIA Comandante de la Policía Metropolit­ana, en declaracio­nes del 02/7/17, tras el decomiso de los 34 lingotes en la bodega.

“Si usted administra bien el negocio de Dios, le irá perfecto; si no lo hace, todo se le devolverá con creces”. JOSÉ HOLMER TORRES CARDONA Extracto de una conferenci­a del 2009.

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FOTOS CORTESÍA Y ARCHIVO 1) El conferenci­sta José Holmer Torres Cardona, de 55 años. 2) Los 34 lingotes de oro que entregó la familia de la víctima a la Policía. 3) Óscar Andrés Palacio Molina (“el Tigre”), el día de su captura en Pilarica. 1
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