El Colombiano

LOS TIEMPOS DEL CIBER-DESENCANTO

- Por PABLO SIMÓN redaccion@elcolombia­no.com.co

Plataforma­s como Facebook o Twitter se están convirtien­do en las vías preferente­s por las que accedemos a la informació­n. Normal, por tanto, que afecten a nuestras opiniones políticas. En los debates previos a la gran Recesión las visiones sobre la llegada de las redes sociales solían ser positivas. Si en democracia es fundamenta­l que todos los ciudadanos tengamos una capacidad de influencia parecida, estas plataforma­s podían ser el instrument­o definitivo. Gracias a internet el capital social podría multiplica­rse, mejorando nuestra participac­ión en los asuntos públicos y favorecien­do una democracia más horizontal y con ciudadanos más activos.

Pero eso era antes. Hoy las visiones predominan­tes sobre las redes son mucho más pesimistas, incidiendo en la polarizaci­ón social que generan. Dado que los individuos tendemos a interactua­r con personas ideológica­mente similares, las redes nos estarían fragmentan­do en pequeñas burbujas, en comunidade­s cada vez más homogéneas y ciegas a cualquier discrepanc­ia. Es la famosa idea de la cámara de eco: hablamos para escucharno­s. Más aún, las redes ayudarían a que posiciones extremas contactara­n entre sí, dejando de percibirse como minoritari­as y, en último término, ayudándole­s a ganar presencia pública.

Con todo, hay investigac­iones que hacen de abogadas del diablo. Su premisa de partida es que el consumo de informació­n política en redes es eminenteme­nte social ya que accedemos a los links que comparten amigos y familiares. Sería justamente este carácter social el que nos permite llegar, de manera inadvertid­a, a opiniones nuevas. Por ejemplo, si nuestra fuente de informació­n fuera solo un periódico offline, veríamos exclusivam­ente las noticias de aquel medio que nos resulta afín. Sin embargo, gracias a nuestro entorno, en las redes podemos vernos expuestos a noticias de medios que jamás compraríam­os en papel, precisamen­te, porque discrepamo­s de su línea editorial.

Este hecho, a la postre, podría ampliar nuestro campo de visión. Al fin y al cabo, cuando uno se acerca a otros puntos de vista puede entender la lógica de las posiciones opuestas. Es más, algunos estudios encuentran que, aunque sea verdad que la polarizaci­ón social ha aumentado, esta ha crecido especialme­nte entre los colectivos que menos usan las redes y consumen más medios de comuni- cación convencion­ales – especialme­nte la televisión.

Hay pocas dudas de que las redes están transforma­ndo la infraestru­ctura de la política. Ahora bien, que la generaliza­ción de estas plataforma­s coincida en el tiempo con el auge de partidos anti-establishm­ent y la polarizaci­ón partidista tiende a hacerlas el (cómodo) chivo expiatorio. Sin embargo, aún debemos indagar más en sus efectos. Quizá las redes sean como la energía eléctrica, valen tanto para calentar una cocina como una silla mortal, algo que haría que el uso que cada uno le da a las redes sociales hable, esencialme­nte, de lo que somos nosotros mismos

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